En la primeras páginas de un extenso artículo sobre el recién inaugurado Museo de Ciencias Naturales de
Reproducción fiel del
artículo publicado en los Anales de la Sociedad Científica Argentina en 1892
El Museo de La Plata : su génesis, pasado,
presente y su porvenir.
Hay en el riñón de la ciudad de Buenos Aires, un ángulo formado por
las calles de Perú y Alsina (antes Potosí), él está constituido por altos y
gruesos muros deslucidos por el tiempo, y más que por los años, por la incuria
de los hombres, cuya más grande obligación y anhelo, debieran ser la
conservación de nuestros recuerdos patrios. Esos muros han sido testigos del
poderío y grandeza de los Jesuítas; ellos han presenciado su expulsión, abrumados
bajo el peso de la excomunión de un Pontífice Romano; ellos han asistido al
exterminio de los ingleses invasores; ellos han escuchado la ferviente y
solitaria súplica del monje, el fragor de la fusilería, el rodar de los
cañones, los alaridos del combate, y aún los últimos suspiros de las víctimas
inmoladas á mansalva en las épocas procelosas de nuestras discordias civiles;
pero, en cambio, dentro de ellos han brotado á la luz las más altas
intelectualidades argentinas, y hoy encierran, como en un santuario, valiosas
colecciones y una bien nutrida biblioteca. A corta distancia de ese ángulo y
sobre la calle de Perú, várese una alta puerta de cedro, semicarcomida por las
intemperies, coronada de un escudo casi tan deslustrado como el exterior del
edificio; eso es, visto por fuera, el
Museo Nacional, muy felizmente ubicado en Perú y Potosí, nombres ambos
sinónimos de riqueza y de nuestras pasadas glorias, bien que, en este caso; la
riqueza del Museo no consista sino en su material científico y no en los
metales arrancados á los cerros con la sangre de los esclavos. Cábele el honor
de haber iniciado tal fundación científica, á la Asamblea del 27 de Mayo
de 1812, sin que obstasen á ordenarlo, los cuidados de la guerra contra España;
mas, no se pudo dar comienzo al cumplimiento de la ley, sino hasta el 31 de
Diciembre de 1823, fecha en la cual, el insigne Rivadavia ordenó reunir vainas
curiosidades en los altos del convento de Santo Domingo; variadas peripecias
experimentó la institución desde ese tiempo hasta 1863; casi olvidada durante
10 años, hasta 1833, olvidada del todo otros 10 (1833-42), poca en que Rosas
aparece dedicándole alguna atención; anulada ó poco menos, hasta 1854, año en
el cual, se traslada al actual local y emprenden su organización Los Amigos de la Historia Natural del
Plata, subsiste lánguida y casi sin vida, hasta que el actual Teniente General
D. Bartolomé Mitre y el Dr. Domingo Faustino Sarmiento, actuando el primero como
Gobernador de Buenos Aires y el segundo como Ministro, la dotan de verdadera
dirección científica, nombrando para regirla al eminente sabio Dr. Germán
Burmeister, por el decreto de Febrero de
1863 (en realidad 1862), época de la cual, dada su importancia ante propios y
extraños. Empero, creada tan útil fundación en tiempos de apuro y aún de
miseria para el país, alojada en un local inadecuado, cuando ni aún se soñaba
en el mundo extinguido, cuyos representantes colosales iban á revelarnos los
infatigables removedores de la
Pampa ó las montañas, bástanos arrojar una mirada á lo largo
de sus claustros monacales protegidos por pesadas bóvedas, para convencernos de
cuantas energías se han gastado allí para reunir en su recinto tan valioso capital
científico, luchando con presupuestos mezquinos, instalaciones pobres,
escasísimo personal, y temiéndose, en más de un caso, que algunos legisladores,
emparentados con la barbarie pampa, declarasen que no teníamos necesidad de
Museos, de escuelas, ni de parques zoológicos, como si todo ello no fuera
adelanto intelectual y aún material en sus postreros resultados. Más aún,
cuando los frutos de concienzudos estudios habían sido derramados en el papel,
ó completados por cuidadosísimos dibujos de los naturalistas, la desidia y la
indiferencia los dejaban, y aún los dejan, dormitar por años antes de
entregarlos á las mil voces de la publicidad, sin que tal estado de cosas haya
mejorado por el traspaso del Museo á la Nación. Hémonos
extendido deliberadamente sobre este tema, porque es debajo de esas bóvedas, en
esos claustros, donde han cruzado Bravard, el infortunado naturalista que debía
perder la vida en un terremoto, por él previsto, Sarmiento el fanático educacionista, Trelles, el
incansable averiguador de nuestra, aún poco averiguable, historia, y tantos
otros, entre los que se cuenta alguno comparable en méritos al gran Cosme de Medicis;
es debajo de esas bóvedas y en esos claustros, donde ha nacido el amor á las
ciencias en los cerebros de algunos jóvenes argentinos, que, cuando niños, se
asombraron ante los enormes Gliptodontes, se extasiaron contemplándolos pintados
plumajes de las aves, ó el variado pelaje de los mamíferos, inmóviles sobre sus
soportes, pero que, cuando hombres, llevaron al terreno de la práctica las
ideas concebidas en aquel templo de las ciencias naturales.
El Génesis del Museo de La
Plata está, quizás, en realidad, en el Museo Nacional, pues
sin él probablemente, no habría ocurrido á un niño, que ha muchos años
coleccionaba guijarros, más tarde fósiles y cráneos, y posteriormente, tras
largos viajes y aprendizajes en otras comarcas, dedicar su vida entera á la
prosecución de una obra, tal como la fundación del valiosísimo Museo, que hoy
se levanta en el fondo del Parque de la ciudad de La Plata.
Hace algunos años tenía lugar un ensayo de exposición, si mal no
recuerdo, en la calle de Cangallo, en el piso bajo de la casa de comercio de
los señores Fusoni; notábase en ella una buena, aunque no muy numerosa
colección de cráneos de indígenas de las antiguas y modernas razas que han
vivido ó aún habitan la Argentina.
Simétricamente alineados sobre gradas vestidas de tela roja,
aquellos cráneos parecían mirar al visitante con sus órbitas vacías y quererle referir
con sus desnudas mandíbulas la ignorada historia de sus pueblos, perdida en el
secreto de los siglos, ó preguntar el motivo de encontrarse reunidos en aquel
escenario los que en vida quizá fueron mortales enemigos. Esa colección
acopiada lenta y trabajosamente por el Dr. Francisco P. Moreno debía más larde
formar la base del Museo Antropológico y Arqueológico, fundado por la ley del 17
de Octubre y decreto del 13 de Noviembre de '1877, y posteriormente constituir
el más sólido cimiento del capital científico del Museo de La Plata. En efecto, habiendo
declarado el Ministro de Gobierno Dr. Vicente G. Quesada que era necesario
conservar las curiosidades arqueológicas y antropológicas que se descubran en
nuestros territorios, haciendo votos por la fundación de un establecimiento adecuado
y proponiendo como base el Museo «formado por D. Francisco P. Moreno » sanciónese la ley que autorizaba
la creación del Museo Antropológico, nombrándose Director al Sr. Moreno, quien
donó al Estado todas sus colecciones. Si la primera idea acerca de un gran
Museo brotó en el austero recinto del actual Museo Nacional, el primer paso
conducente á ello fue la creación del Museo antropológico, pues federalizado y
entregado á los poderes nacionales, el rico material acumulado durante cerca de
20 años por la Provincia
de Buenos Aires, bajo la competentísima dirección del Dr. Burmeister, surgió el
deseo entre los hombres dirigentes de una provincia á la que, los azares de la guerra
y las necesidades del país, habían arrebatado de un golpe, su capital y con
ella sus más gloriosas instituciones, el de levantar un nuevo Museo en la
naciente ciudad de La Plata.
Intérprete ó mejor dicho ejecutor de esa aspiración se hizo el Dr.
Carlos D'Amico. al encomendar á D. Francisco P. Moreno, que proyectase un Museo
que reemplazara en el más breve término al que la Provincia acababa de
ceder al Gobierno Nacional y por los decretos del 4 y 17 de Setiembre de 1884
se ordenó la construcción del Museo, se nombró Director al Sr. Moreno,
constituyéndose dicha fundación en las colecciones del Museo Arqueológico y
Antropológico y la biblioteca del encargado de tan ardua tarea, el cual en esta
circunstancia donó al Estado los «los mil volúmenes que componían, por
entonces, su caudal literario. No podía acometerse una empresa en condiciones
más propicias y de éxito que cuando el Dr. Moreno se hizo cargo de la Dirección , pues
desahogadas las finanzas provinciales y en plena prosperidad todo el país, tuvo
en favor suyo todos los elementos pecuniarios para desarrollar sus ensueños de
la infancia, madurados por el tiempo. No se trataba ya de leyes y decretos
imposibles de cumplir como en 181 2y '1823, sino de la más eficaz cooperación
de los poderes públicos, que dicho sea en honor de la verdad, no descuidaron la
apenas iniciada fundación, proveyéndola de los medios necesarios para su desarrollo.
Elejido (sic) el emplazamiento en el paraje más pintoresco de La Plata , su magnífico bosque
de Eucalyptus, empezáronse los trabajos con grande actividad, al paso que
comisiones, enviadas ó dirijidas (sic) en persona por el Director, investigaban
los yacimientos fosilíferos de Monte Hermoso, Brandsen, Tapalqué, Lobos y
Saladillo, recojiendo (sic) no tan solo las muestras de nuestra antigua fauna,
sino que también los rudimentarios utensilios y aún los restos de los hombres
que en remotos tiempos poblaron estas tierras. Aficionados de nota contribuyeron
con sus colecciones ó informes al acrecentamiento del Museo y no lardaron sus
vastas salas en llenarse de valiosísimo material, al paso que su construcción
se adelantaba. Tierra del Fuego y Patagonia le dieron gran parte de los restos
de la extinguida fauna argentina, las provincias del Norte y singularmente
Catamarca revelaron con sus cerámicas arrancadas á las /macas ó á las ruinas de
pueblos que fueron, la vida casi civilizada de naciones hoy destruidas y de
razas que si todavía no han desaparecido están en sus postrimerías; las
montañas andinas proporcionaron las huellas de su período carbonífero, los
moluscos y trilobitas que existieron en los tiempos jurásicos y silurianos. Compráronse
importantes colecciones de antigüedades, de fósiles y pieles tanto de aves como
de mamíferos, pero aún la tarea no estaba sino empezada ; un material como el
adquirido, un Museo concebido bajo la impresión de un vastísimo plan, requerían
no solamente personal idóneo en lo técnico, desde el arquitecto y el explorador
viajero, hasta el preparador de gabinete, sino también inteligencias vigorosas
que dieran vida al mundo muerto que en el Museo se amontonaba y que con fácil
péñola dieron á la estampa los resultados de sus pacientes estudios, sacando de
la sombra hasta la misma ciudad de La
Plata que no ha mucho, ni aún en los mejores mapas figuraba.
Si acertada mano tuvo el actual director del Museo de La Plata para seleccionar su
personal técnico, no la tuvo peor para llamar á su lado á individualidades que
con el andar del tiempo serán glorias nacionales en el pacífico y en el neutral
terreno de las Ciencias que tiene por objeto principalísimo el estudio de la Naturaleza. Mas ,
como fácil es comprenderlo, la urgencia de un trabajo material tan considerable
y absorbido todo el tiempo por la tarea de coleccionar ó de componer, ordenar y
clasificar las piezas adquiridas, mientras se levantaba el edificio y se
habilitaba la estantería que debía llenarlo, impidieron que fueran muy
numerosas las publicaciones que se llevaron á cabo, debidas en parte á la pluma
del Dr. Ameghíno y á la del mismo Director, pero bastaron para despertar la
curiosidad de los hombres de ciencia del estrangero (sic) ; Gaüdry el eminente
paleontólogo, Pouchet cuyas obras de ciencia popular son tan familiares á
nuestra juventud estudiosa y muchos otros de alta nombradía, no tardaron en
ponerse en comunicación con el Dr. Moreno y aún el docto Director del Museo
Británico, Profesor Flower, emprendió un viaje á nuestras playas,
espresamente (sic)con el objeto de
conocer un museo que, apenas en sus comienzos había adquirido notoriedad en el
mundo científico, espresándose (sic) mas tarde á su respecto, en los términos
más elogiosos, en un discurso pronunciado en New-Castle, discurso que fue
publicado y comentado por el Times de Londres y estractado (sic) por la Revue Scientifíque.
Este es, en breves palabras, el pasado brillante de la institución platense,
llamada quizá más adelante á rivalizar con el Smithsonian Institution en
Washington, una vez que pueda seguir una marcha regular, con los esfuerzos del
personal uniformados, como los órganos de un inmenso mecanismo y no perturbada,
ni trabada por economías excesivas en su presupuesto, que esterilicen ó anulen
las más enérgicas iniciativas.
Invitada la
Sociedad Científica Argentina por el director del Museo de La Plata , para visitar el
establecimiento á cuyo frente se halla, trasladase y aquella en corporación á
la ciudad de La Plata ,
el 4 de Octubre del año próximo pasado, constituyendo gran parte de la comitiva
un numeroso grupo de jóvenes estudiantes, simpática legión que deseaba aumentar
sus conocimientos visitando detenidamente el Museo y además el Observatorio
astronómico, cuya inspección formaba también parte del programa de la escursion
(sic) . Un hermoso día y la galante
acogida del Director favorecieron á los viajeros y les facilitaron el minucioso
examen de la mayor parte de las instalaciones del Museo, de cuyo presente
estado tenemos que ocuparnos. El exterior del Museo produce, desde luego, una
grata impresión, viéndolo desarrollarse en un extenso óvalo de cuya masa se
destacan tres frontispicios de estilo griego, de los que, el central llama la
atención por sus elegantes proporciones, sus altas columnas acanaladas y la
elevada y amplia escalinata de granito que lo precede; contribuyen á realzar
más las líneas arquitectónicas del Museo un vivísimo y verde prado, en el fondo
del cual está situado, contrastando el tinte blanquecino de las construcciones con la oscura masa del bosque de Eucalyptus
que se levanta detrás edificio y circunda el prado. Notase en lo alto del óvalo
exterior una serie de nichos interrumpida en el medio por el frontis central,
destinados a recibir los bustos de las personalidades más conspicuas en las
ciencias; parte de ellos están ya ocupados y sobre su dorado fondo resaltan las
figuras de algunos sabios y viajeros antiguos y modernos. Aparentemente, el
Museo tiene solo dos pisos, mas, en realidad consta de tres, uno inferior, que
incluye dos grandes patios semicirculares, destinado á depósitos, imprenta,
fotografía, preparaciones, etc., otro que, con excepción de la rotonda que
sigue aun elegante peristilo central y algunas oficinas, se halla ocupado por
las colecciones de osteología comparada, geología, mineralogía, antropología y
los representantes de la fauna extinguida y actual : el tercer piso, cuyo plano
general se asemeja á una cruz comprende la biblioteca, talleres diversos, casa
y despacho del Director, salón de Bellas Artes, cerámicas y utensilios de la
edad de la piedra pulimentada y del bronce. En cuanto al estilo dominante en la
arquitectura del Museo, no está reñido con las líneas griegas, aun cuando el
Director haya procurado darle un carácter de arcaísmo americano, lo que se
observa en las decoraciones de los pisos y cielo-rasos y que reproducen figuras
y líneas usadas en los vasos y tejidos de los antiguos americanos. Sin dejar de
ser muy apropiado para el objeto á que ha sido destinado, este edificio es
mucho más elegante en su conjunto, que otros museos europeos, cuyas masas
cuadradas y de varios pisos, taladrados por numerosas ventanillas, les dan el
aire de fábricas ó casas de obreros, como si la estética fuera cosa ajena
(sic) á las ciencias de observación. Una
idea fundamental ha presidido á la construcción y arreglo de este Museo, la de
presentar por grados todas las épocas evolutivas de la tierra, desde la
primaria hasta la actual, en sus variadas manifestaciones, objetivo que hasta
cierto punto se ha conseguido, estableciendo en el dilatado óvalo exterior que
forma el contorno del edificio, una serie de salas que nos conducen
sucesivamente á estudiar las fases de un ciclo biológico que, principiando con
la fauna y flora primaria y secundaria, termina con las del presente ,al paso
que también se ha procurado, por medio de la superposición de vastos salones y
galerías centrales, dar una idea del proceso de civilización del hombre, desde
la época en que, desnudo ó mal cubierto de pieles, vagaba munido de toscos
pedruzcos, que constituían sus únicas armas y herramientas, hasta los tiempos
en que, alcanzando mayor desarrollo su inteligencia, utiliza los metales
descubre el arte de tejer, y fabrica las caprichosas y artísticas
cerámicas que en el Museo se ven por centenares. Empero, el vasto plan del Museo, como luego lo veremos, no se
detiene en la averiguación de las épocas pre-históricas de América, ligándolas
á las de otras regiones, sino que aún pretende compilar y dar á luz cuanto dato
se refiera á tiempos más cercanos á nosotros. Si tal empresa es accesible á los medios y
elementos de que llegue á disponer el Museo, solamente el porvenir puede
contestar.
Si el aspecto exterior del Museo predispone en el acto en su favor, haciendo
esperar una serie de sorpresas, esta impresión se acentúa aún más, cuando
después de haber subido una amplia escalinata, en cuya medianía grandes
caracteres de mosaico estampados en el pavimento nos dan á conocer la fecha de
la fundación del Museo, cruzado el alto peristilo, flanqueados por dos tigres
acostados y sostenido por seis elegantes columnas, se penetra en una elevada y
doble rotonda, cuyas paredes se hallan adornadas con grandes lienzos,
representando paisajes americanos, costumbres de los indígenas Pampas ó
Patagones y episodios ideales de la vida primitiva del hombre de la edad de
piedra.
A la derecha del visitante ábrese una alta puerta que da acceso á un
gran salón cuyos lados se hallan cubiertos de elevada estantería y cuyo centro
lo ocupan pequeñas instalaciones transversales, entre los que, ante todo, llama
la atención una gran meteorita procedente del Indio Rico (Pillahauicó, Prov. de
Buenos Aires).
Una buena colección de rocas fósiles y minerales estrangeros (sic) se
distingue en la parte central, como para servir de dalos geológicos; entre
ellos se cuentan curiosos Ammonites é impresiones del Dyplomyctus dentatus
Cope. Las épocas paleozoica y mesozoica de Chile y la Argentina hállanse
abundantemente representadas y grandes trozos incrustados en duras areniscas de
las cortezas de antiguas coníferas que antes vivieron y fenecieron en los
cerros de Uspallata terminan la serie central de pequeños escaparates. Es
curioso y digno de observarse que uno de los trozos de confieras fósiles se
halle cruzado por un angosto filón de plata. A la derecha del salón hay una colección
típica de minerales europeos, otra de argentinos con muestras de tufas é
infiltraciones, moluscos terciarios de Patagonia y plantas réticas, aún no
determinadas, procedentes de San Juan y de Mendoza.
Gigantescos restos de Dinosaurus
se elevan al finalizar el primer
salón, como si quisieran impedirnos proseguir nuestra gira por la izquierda
de él, que encierra en sus bien ordenados anaqueles notables impresiones de
lagartos fósiles de Europa y una considerable colección de minerales de Chile,
Bolivia y la Argentina ,
en la que predominan el cobre, la plata y el plomo, con escasa representación del
hierro.
Sin temor á las larguísimas manos de los Dinosaurus, ha siglos desaparecidos y de cuya imponente y pesada
extructura (sic) hoy apenas podemos darnos cuenta, penetremos en el mundo de
los Edentados, cuyos representantes actuales aparecen pobres y mezquinos,
cuando se compara el mayor de ellos, con las moles de los antiquísimos Glyptodon, Doedicurus, Lestodon, y
tantos otros, que ha miles de años se extinguieron sin amoldarse á los medios
nuevos que las evoluciones terrestres les imponían, con el supremo imperio del
Messer Gaster de Rabelais. En la segunda sala descuellan los Glyptodontidae;
centenares de fragmentos de corazas, cráneos y restos de esqueletos llenan los
armarios; aquello en su aparente desorden, parece representar como los despojos
de la gran batalla que ha siglos libraron los gigantescos Glyptodontidae en la
dura lucha por la vida, contra la naturaleza en «su daño conjurada. Magníficos
esqueletos armados ya, apenas nos dan una vaga idea de lo que serían aquellos
monstruos, cuando revestidos de piel, ásperas cerdas y movidos por poderosos músculos,
cruzaban las llanuras del terciario patagónico, semejantes á peñascos
vivientes. Un lindo ejemplar de Propaleophorus
abre la serie luciendo su bella coraza, sembrada de gruesos granos redondeados;
admiran más adelante los Doedicurus,
no solo
por su desmesurada talla, sino que también por la singular glándula que
debieron tener en lo posterior de la coraza y por su enorme cola en forma de
maza plagada de grandes óvalos impresos ; el Hoplophorus philippi se ve allí, aún incrustado en una durísima arenisca
; notables cráneos de Astrapoteridae solicitan la atención del naturalista y
partes del esqueleto y del caparazón de una gigantesca tortuga fósil, hallada
en Monte Hermoso, terminan el período terciario en este salón, donde también
figuran numerosos Glyptodon. La
formación pampeana sorprende con sus Doedicurus clavicaudatus Ow., Panochtus
tuberculatus Ow., y sinnúmero de restos de Glyptodontidae,
Lestodontidae y Scelidotheridae que hacen su aparición en la época cuaternaria,
en la cual persisten muchas formas del terciario; en el centro del salón se
levantan los colosales esqueletos del Mylodon intermedius Ameghi. y del Lestodon
armatus Gervais, ambos muy completos. Un macizo Megatheriumamericanum es
la pieza más notable que se ve en el salón siguiente. Continuando el paseo, por
el óvalo del Museo, cruzamos al lado de elegantes Macrauchenias y pesados
Toxodontes, entre los que resaltan las formas gigantesca del Toxodon burmeisterii Gieb. y del T.
platensis Ow.
(Continuará)