Manuscrito no publicado: fecha probable entre
fines de la década de 1930e
inicios de 1940
Por el Sr. Secundino da Fonseca.
Miembro del Laboratorio de Taxidermia del
Museo Argentino de Ciencias
Naturales
--.—
Desde los
tiempos más remotos, la humanidad se ha preocupado por la conservación de las
cosas de la Naturaleza ,
fáciles a la descomposición. Ya lo vemos en el pueblo de los egipcios, que, con
la momificación de sus reyes y demás seres queridos, han conseguido mostrar,
hasta nuestros días, los vestigios de su civilización, no tan sólo en la
escritura, en el arte esculpido o pictórico, sino también en la conservación de
sus propios cuerpos. Los indígenas americanos, con el deseo, quizás de la
eternidad o con la exhibición de trofeos de guerra, nos dan preciosos
materiales que hoy enriquecen las salas arqueológicas de nuestros museos y cuya
técnica de conservación está resultando, aun, motivo de estudios.
No hay
duda que, debido a la fácil corrupción de los tejidos orgánicos y a la hasta
entonces carente habilidad del embalsamado, haya surgido la otra
representación, la escultura y la pintura; actividades estas que han seguido un
camino de vivo progreso y de acción francamente evolutiva.
De todo
eso, día a día, tenemos nuevos datos debidos a las investigaciones realizadas
por la historia en sus diversos aspectos, y, el sólo análisis de cada una de
sus etapas evolutivas, nos demuestra claramente que todo el eje de inspiración,
ha sido la observación directa de la Naturaleza.
Esto es
lo que actualmente preocupa a los museos contemporáneos en una de sus variadas
funciones, como la de conservar, estudiar y presentar aspectos de la naturaleza,
con fines didácticos.
Cabe,
pues, agregar aquí, la voz griega de Mouseion, o sea el templo de las
musas y que se destinaba, en la antigüedad, al estudio de los diversos
contenidos del saber humano.
Hoy, muy
poco se han apartado de sus funciones primitivas, los museos; son templos en
los cuales, la conservación, la investigación científica y la exhibición,
forman su principal plan de acción. Para la primera y segunda función, la de
conservar y estudiar, está el personal científico, cuyas investigaciones,
realizadas en la propia Naturaleza y en los laboratorios con el material
recogido y conservado en las numerosas expediciones, presentan, luego, sus
resultados en monografías o publicaciones periódicas. Desde luego que estas
funciones representan la parte vital de un museo y a ellas concurren todas las
atenciones de su dirección; la otra función, la de exhibir, desempeña también
un papel preponderante en la faz educativa de la sociedad y núcleos de
estudiosos por lo mismo, debe estar atendida por un personal que supeditado al
científico se encargará de enseñar y despertar también el deseo permanente de
saber. A ello contribuyen la exhibición de la Naturaleza tal cual se
refleja, sin mas retoques que los necesarios, para la debida conservación de
sus piezas e inteligentemente rotuladas para mantener latente ese deseo de
aprender, ya mencionado. Después de esto, que es el todo, debe añadirse el
temperamento artístico y de buen gusto
para observar la
Naturaleza en su faz mas bella y atrayente tal, como la
describe el Dr. Eduardo L. Holmberg, en su siempre actual trabajo “ El
joven coleccionista de Historia Natural en la Argentina ”:- El
montaje de las aves y mamíferos es una operación delicada, para la cual se
necesita algo mas que el manual operatorio, porque además de las precauciones
que exige, hay que ser algo artista, lo cual, si bien es un don natural, en su
más alto grado, puede adquirirse en gran parte por al educación y el empeño.-
En
atención a aquello de la cual casi la totalidad de nuestros conocimientos
entran por los ojos, debemos en tal sentido, prestar sumo cuidado y dedicarle
toda nuestra capacidad para la fiel interpretación de la Naturaleza. Por
ende la exhibición en un museo será otra
cosa que el libro minúsculo que la refleje en todo su esplendor y
magnificencia. Es aquí cuando la taxidermia entra en acción en todo lo que de
real y de arte tiene; y, por lo tanto, no se le puede asignar una función
improvisadora ni tampoco establecer recetas para su práctica; su cometido es
propio de los museos, los únicos capaces de interpretar los conceptos
mencionados.
Para el montaje de un
cuadro biológico o “diorama” (actual modalidad seguida por los grandes museos)
intervienen numerosos preparadores y artistas con el fin de atender una serie
de dificultades.
Estas
pueden enumerarse en este orden,
Primero:
delineamiento o boceto del diorama, el cual se hace en dimensiones reducidas,
atendiendo al lugar y las proporciones donde se colocará en la sala de
exhibición, y, sobre todo, de acuerdo a las referencias tomadas, del natural,
por el propio preparador y complementadas por los jefes de cada sección.
Segundo: excursión
al ambiente natural elegido para obtener el material zoológico y botánico, como
así mismo los huéspedes de cada uno.
Tercero: apuntes fotográficos
o cinematográficos, desde distintos ángulos de visión, para interpretarlos
fielmente en laboratorio.
Cuarto: elección
de las piezas y conservación de las mismas.
Quinto:
reproducción de fondos escenografitos atendiendo a las perspectivas del
conjunto y al lugar de exhibición.
Sexto: iluminación
artificial buscando los efectos de naturalidad de acuerdo al momento de
observación.
Esto es, en
síntesis, parte de lo estrictamente necesario que siguen los grandes museos
para el montaje de unos de sus cuadros aparentemente dotados de vida. Falto
aquí mencionar la parte manual que invierte mucho tiempo, como ser la confección
de miles de hojas, flores, ramas, césped o piedras ratifícales; debiendo
agregar, como en todo lo que se reproduce en un museo, que lo es artificial, en
cuanto al material empleado para su elaboración, pero, natural en lo que se
refiere a la fidelidad de su interpretación.
Hasta ese
momento tenemos, por decirlo, así, bosquejado el “escenario: faltan ahora los
“actores” que completen este pedazo de vida de la Naturaleza ,
transportado a un local cerrado.
Es esta
tarea esencialmente de los taxidermistas, los cuales deben reunir, como ya lo dijera,
a mas de su eficiencia técnica, aptitudes artísticas de pintor, modelador,
escultor, y sobre todo, buen gusto e imaginación; la cual debe ser tomada en a
medida de a fiel interpretación, sin caer en o vulgar ni tampoco descuidar las
preferencias del publico visitante y las modalidades de la época.
Aquí esta
pues, juntamente con la inteligente rotulación y esquemas explicativos, el
medio mas eficaz para mantener latente la curiosidad de ese publico, ávido de
saber, y, aquí se cumple también la faz didáctica de un museo.
Los Estados Unidos de
America no ahorran esfuerzos ni recursos para el montaje de estos dioramas; y,
su técnica ha llegado a tal perfección que difícilmente se llegue a superar.
El Museo
de Historia Natural de Nueva York, sin ser el iniciador, posee los grupos más
notables y numerosos de este tipo de exhibición. Fue el celebre científico y
preparador E. T. Booth, del Museo de Brighton, Inglaterra, el rimero quien
presento cuadros biológicos, aprovechando su celebre colección de aves británicas
juntamente con sus nidos, huevos o pichones y trozos de vegetales que le servían
de apoyo. Algo mas tarde, y, siguiendo
las tareas iniciadas por Booth, el museo de Historia Natural de Londres también
presento en exhibición cuadros biológicos, especialmente de aves. En los
alrededores de Londres se encuentra la
ciudad de South Kensington, cuya celebridad se debe justamente a su museo, en el
cual se hallan maravillosas presentaciones de este tipo. Fue allí donde se
efectuaron reproducciones de pequeños especimenes, a gran tamaño, con fines didácticos
y en los cuales los preparadores taxidermistas hicieron empleo de todos los
accesorios más extravagantes, para conseguir los efectos de una justa replica.
Pero donde
encontramos soberbias preparaciones es en el museo Americano de Historia
Natural. La gloria máxima corresponde a los cincuenta años de dedicación
constante, prestada por el Dr. Frederic A. Lucas. sus mas de 365 trabajos
escritos, los dedico casi exclusivamente a la exhibición en los museos,
contemplando en ellos los progresos e innovaciones de cada época. Espíritu dinámico
y de observación penetrante trato por igual los métodos de presentación de los
seres más pequeños y las formas voluminosas;(los invertebrados y los grandes mamíferos).
Al cumplir los cincuenta años de gloriosa labor el Museo de Nueva York publico
la lista de sus numerosas contribuciones y datos biográficos, como justo
homenaje.
Llegados a
este punto nos encontramos en la faz más actual de la taxidermia y, al solo
nombrar a Mr. Carl E. Akeley, habremos dicho todo. Una mezcla armoniosa de
artista refinado, naturalista sagaz y taxidermista inteligentemente personal.,
eso fue Akeley.
Sus
famosos cuadros biológicos pasaron los umbrales del Museo Americano, para ser
la inspiración de los actuales museos. Diríase que este acabado artista ha
tenido la virtud de transplantar la Naturaleza lugares cerrados. Diríase que este acabado
artista ha tenido la virtud de transplantar la naturaleza a lugares cerrados,
con tanta maestría que la misma se siente orgullosa de ser acariciada por virtuoso
tan hábil.
Esta evolución,
reciente en cuanto a su perfección, también ha repercutido en nuestro ambiente.
El Museo Argentino de Ciencias Naturales
ha salido d sus clásicas exhibiciones; y, si bien es cierto tales cambos, no
han estado a la altura de estas instituciones, ello se debió sobre todo, a la
falta de local adecuado; inconveniente
que actualmente se esta subsanando gracias al empeño tesonero de su Director,
el profesor D. Martín Doello Jurado.
Amplios salones bien orientados e iluminados
se están construyendo, por secciones, en el Parque Centenario. Uno de ellos ya
esta habilitado al publico y en el puede apreciarse algunas muestras de
exhibición adaptadas a la nueva modalidad, con gracias y actitudes
sorprendentes.
Ya las
innumerables aves y pajarillos bajaron de sus clásicos pedestales, lustrados,
alineados como soldados, para posarse en ramas naturales, al lado de sus
respectivos compañeros acurrucando a sus
tiernos hijuelos.
La
ferocidad del león, o a beatitud de la corzuela, dejaron de impresionar al publico infantil, para ser hoy, motivo de
admiración solaz de los entendidos.
El acecho del zorro y la
actitud tranquila de las perdices de la Patagonia , en un amiente de perfecta escenografilla,
provocan en el publico, la estupefacción de un diorama bien conseguido. Y… la
rencilla de los pingüinos, por la disputa del nido, del que mutuamente creen
ser autores, rodeados de sus compañeros despreocupados, forma otras tantas
felices realizaciones.
Esto se
deba labor y arte de su actual Jefe de Laboratorios de Taxidermia, D. Antonio
Pozzi, nieto del primer preparador y artista, de igual nombre, que fuera
contratado por el Director científico
Dr. German C. Burmeister, e hijo de Santiago Pozzi.
Los tres
han interpretado a las formas de la Naturaleza en actitudes tales, que sin formar
cuadros completos, están sin embargo, tan respetado sus movimientos que, en
cualquier momento puede recurrirse a
ellos para la adaptación de dioramas, La labor de Santiago Pozzi se
distingue por la cantidad y la calidad, y el calor de su cariño aun se
encuentra entre los que tuvieron la suerte de convivir con el y escuchar sus
interesantes indicaciones.
Hoy
podemos decir con orgullo, como los norteamericanos, tenemos un Akeley, y, el
es la familia Pozzi, creadora de la taxidermia argentina.
Observación:
Este manuscrito carece de fecha y ha
permanecido sin ser publicado un poco menos de un siglo. Calculamos que el
mismo fue escrito entre los fines de la década de 1930 e inicios de la década
de 1940 cuando la construcción del edificio del Museo Argentino de Ciencias
Naturales (MACN) estaba siendo
terminada,y, comenzaba la ardua tarea de dotar las salas de exhibición
de dioramas. A través de este texto queda claro que la primera sala de
exhibición del actual MACN en ser inaugurada, fue la de Aves situada en el
primer piso del MACN y probablemente la segunda haya sido la de los mamíferos,
situada en el mismo piso. Esa Sala de Aves fue, hace unos años, reemplazada por
otra más moderna-
Antonio Pozzi, 28? años, soltero, Argentino,
Preparador, empleado desde 1906 en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata
desde 1898 hasta 1906, donde había
sido Ayudante de Secretaría, desde I/86 con salario de $ 50. Posteriormente paso a trabajar en el Museo Nacional a los ordenes de Florentino Ameghino.
Agradecimientos: al Sr. Juan Saravi Platero
por la donación de importantes documentos archivados de la familia Pozzi.