miércoles, 17 de abril de 2013

El adiós al profesor Rodolfo Parodi (1903-2004)

Compilado por Hugo P. Castello: 2013, MACN en comisión en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.
Por Pablo A. Chafrat

Se marchó uno de nuestros grandes científicos. Su partida pasó, como sucede habitualmente, inadvertida para la mayoría de los medios.
Dijo José Ingenieros: "La genialidad es una coincidencia. Surge como chispa luminosa en el punto donde se encuentran las más excelentes aptitudes de un hombre y la necesidad social de aplicarlas al desempeño de una misión trascendental. El hombre extraordinario sólo asciende a la genialidad si encuentra clima propicio: la semilla mejor necesita de la tierra más fecunda. La función reclama el órgano: el genio hace actual lo que en su clima es potencial".
Pues sí, en el caso de don Rodolfo Parodi Bustos se cumplió con lo dicho por Ingenieros: su vocación se encontró con el mejor clima para desarrollar su genialidad, nada menos que al lado de las personalidades más grandes de todos los tiempos, esos forjadores de nuestra ciencia y nuestra cultura, en el ámbito más adecuado: su país, nuestra Argentina, con sus extraordinarias reservas paleontológicas. Así, trabajó junto a Carlos Ameghino y fue discípulo de Lucas Kraglievich, conoció personalmente a Eduardo Holmberg y Angel Gallardo, entre otras tantas figuras de las Ciencias Naturales y de la Paleontología en particular. ¿Qué mejor clima que ése para cimentar tal personalidad? El no sólo fue un sabio, fue un forjador, un activo partícipe del desarrollo de la paleontología en nuestro país. Rodolfo Parodi era el último argentino vivo que había conocido personalmente a don Florentino Ameghino y era uno de los últimos representantes de la paleontología de los comienzos del siglo XX. Cumplió con la misión trascendental de estudiar los mamíferos fósiles, labor que le fuera delegada por sus próceres maestros y amigos.
Se formó en el seno de una familia de grandes figuras de la paleontología argentina. Su padre, don Lorenzo Parodi, de origen genovés, recolectaba fósiles en la costa atlántica para Florentino Ameghino y luego siguió trabajando para Carlos Ameghino y Angel Gallardo, prestando servicios al entonces Museo Nacional de Buenos Aires. Su hermano Lorenzo Julio Parodi trabajó junto con Lucas Kraglievich, Alfredo Castellanos y Carlos Rusconi. Ingresó en 1937 como preparador en la sección de Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata, transformándose rápidamente en una figura importante en dicha institución y donde estrechó una gran amistad con el sabio Rosendo Pascual. Su obra escrita no es cuantiosa, lo que no le quita mérito ni la excelencia que aún posee.
Rodolfo Parodi fue profesor de la Facultad de Ciencias Naturales de Salta y se desempeñó como director del Museo de Ciencias Naturales del Parque San Martín (Salta), ayudó a recrear la actividad científica y cultural de comienzos del siglo XX con minuciosos detalles, debido en gran medida a su vida y tradición familiar. Su fecunda obra presenta contribuciones de gran porte sobre geología, zoología y paleontología principalmente, ciencia ésta que, como decíamos, orientó al estudio de los mamíferos, realizando contribuciones sobre mastodontes de destacado interés y de plena vigencia.
En 1993 se fundó en la ciudad de Salta el museo regional de Ciencias Naturales, el que lleva el nombre de profesor Rodolfo Parodi Bustos. Aun a la edad avanzada que contaba, poseía una lucidez inigualable y admirable.
Don Rodolfo Parodi nació el 13 de setiembre de 1903 en la ciudad de Necochea (provincia de Bs. As) y falleció el 14 de noviembre del 2004 a los 101 años en la ciudad de San Salvador de Jujuy (provincia de Jujuy), concluyendo así una tradición familiar en la materia de un par de siglos de duración, estudiando principalmente los mamíferos fósiles.
Hoy, privados de su presencia física, nos queda el aporte de su saber, en su completo legado fruto de una larga vida dedicada a la ciencia.
Don Rodolfo será siempre recordado con admiración y respeto, no sólo por lo que ha sido y es en el mundo de la paleontología, sino por todas sus virtudes personales. De esa manera permanecerá siempre entre nosotros y será a no dudar tomado como ejemplo por las nuevas generaciones de estudiantes, lo que será la mejor forma de brindar un merecido reconocimiento a su obra.
Tuve la suerte de ver y escuchar a don Rodolfo, lo que me emocionó, pues sabía de él, de su obra y de su personalidad. Sé que todos los que lo conocían sienten un profundo respeto y admiración por él, similar al que siento yo. Por ello me creí en la obligación de escribir estas líneas en su memoria.

lunes, 15 de abril de 2013

Frente a la Tumba del Sabio


Texto compilado por Hugo P. Castello, 2013.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

Ciencia Hoy:  Volumen 8 - Nº47 - Julio/Agosto 1998
La Sociedad Physis tampoco dejaba de saludar la divulgación de la obra de Ameghino que realizaban Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas mediante los elogios públicos; José Ingenieros a través de la Revista de Filosofía y la serie La cultura argentina, y el gobierno de la Provincia de Buenos Aires con la edición oficial de las Obras Completas y correspondencia científica. En La cultura argentina, Ingenieros entre 1915 y 1919 reeditó La antigüedad del Hombre en el Plata, Filogenia, una selección de escritos realizada por Torcelli, llamada Doctrinas y descubrimientos, y un compendio explicativo de las doctrinas de Ameghino dedicado "a los maestros de escuela". Rojas, por su parte, lo proclamó un arquetipo de la argentinidad y hablo' "de las señales de Dios hacia el pueblo argentino" expresadas en las revelaciones del sabio. Lugones, siguiendo a su admirado Cuvier, retomó la tradición francesa del "elogio" para cuestionar los rumbos de la política contemporánea a través de la gloria del homenajeado. Así, el "Elogio de Ameghino" se cierra invocando al gobierno de la razón y a la religión de la verdad, pero destacando la impracticabilidad de lograrlo con la ley electoral ya vigente. Physis no mencionó estos aspectos del Elogio sino la calidad de la pluma que se ponía al servicio de un naturalista. En 1916, Physis aplaudió también la primera pieza de teatro inspirada por la vida del sabio: Los astros, un drama o comedía -dudaba el redactor de la crónica- de José León Pagano, basada en la biografía de Ameghino y con ciertas pretensiones de parábola filosófica. Para los responsables de Physis, la celebración de la generación anterior por parte de los literatos y políticos parecía ser una promesa de la relación indisoluble entre ciencia y nacionalidad.





Durante una expedición al Chaco, el fotógrafo Lucio Correa morales tomó esta fotografía, en la que aparecen Ameghino (izquierda), Eduardo L. Holmberg (de pie) y Federico Krutz (derecha con una copa en la mano).

Por otro lado, Ameghino pasó rápidamente a ser un personaje de los libros de lectura, de educación moral y cívica publicados por editoriales argentinas, los cuales empezaban a ser escritos por los maestros normales o profesores de las secciones pedagógicas universitarias locales. Ernesto Nelson, profesor de la Universidad Nacional de La Plata, fue uno de los primeros en incluirlo en un libro de lectura como ejemplo de conducta y de hombre virtuoso e independiente, recurriendo a parábolas morales al estilo de los catecismos cívicos (ver "Ameghino como ejemplo moral y cívico"). En 1913, José María Aubin, maestro normal cuyos textos tenían gran éxito en la editorial Estrada, había incorporado a Ameghino en Destino, cuarto libro de lectura, como símbolo de "una gran vida y un noble ejemplo". Allí Aubin resumió la biografía escrita por Ingenieros, a la vez que presentaba su vida y obra, emparentándolo con Belgrano a partir del suelo de sus antepasados: la tierra de Oneglia, en la provincia de Génova. A la enumeración de todas sus publicaciones -en el orden y en el momento biográfico en que aparecieron- le sigue el significado que tales obras tuvieron, en tanto la mayor gloria que le otorgaban progresivamente a la ciencia argentina. Pero ya antes de su muerte, el tópico del autodidactismo de Ameghino apareció en los libros de metodología normal: en 1908, Senet definía, en sus lecciones para los maestros, las formas de educación. La primera, es decir la individual o espontánea, correspondía a la que se dan a sí mismos los talentos, los genialoides y geniales. Los tres ejemplos históricos eran, Valentín Duval, Ameghino y Sarmiento.
Un aspecto particular del culto a Ameghino surge al comprobar que este fue disputado como padre fundador no sólo por los docentes, sino también por varias asociaciones profesionales y adscripto a gremios con los que el "sabio" tampoco se hubiese identificado. Así, en la reseña necrológica de La Vanguardia, Ameghino aparece como ferroviario, el gremio paradigmático del partido socialista argentino. Ricardo Rojas, a su vez, lo consideró como piedra fundacional de la tradición moderna de la literatura argentina y la Revista de Filosofía de José Ingenieros publicó fragmentos del "Credo" de Ameghino transformándolo en filósofo. El grupo "Ars" de La Plata manifestó que el monumento que el gobierno pensaba erigirle a Ameghino debía ser realizado por Rogelio Yrurtia, esgrimiendo que la argentinidad del sabio sólo podía ser plasmada por un artista que por comunidad de suelo supiera interpretar este espíritu. El grupo "Ars" atacaba los proyectos -que como el del monumento a la independencia nacional- habían sido encargados a escultores extranjeros. En suma, a fines de la década de 1910 existía en la Argentina una corriente que fue llamada "ameghinismo" basada principalmente en el culto al "santo laico" y en la difusión de su doctrina. La empresa de probar o refutar sus hipótesis o demostrar su nacimiento en Luján congregó a periodistas, científicos, militares, políticos, sacerdotes, durante los veinte años que siguieron a la muerte de Florentino Ameghino.
En 1916 surgieron controversias desde el Seminario de El Salvador, el "Ateneo del Plata", la casa editorial Alfa y Omega, y la revista Estudios, dirigida por Attilio dell'Oro Maini y Gustavo Martínez de Zuviría a través de conferencias, sucesivos artículos y publicaciones. Muchas de las críticas las firmaba el Padre José María Blanco, profesor de Historia Natural en el Seminario, que -a veces- publicaba con el seudónimo de Graco Nebel. El blanco principal fue el proyecto sostenido por los socialistas en La Vanguardia y en las cámaras de la provincia de Buenos Aires para construir el centro de peregrinación de la juventud en la casa natal de Ameghino. Su nacionalidad fue cuestionada: mientras los católicos insistian que había nacido en el Reino del Piamonte, los socialistas respondieron argumentando que semejante infamia tenía su origen en un viejo ataque de Ameghino al culto de la Virgen de Luján.
El Padre Blanco también se encargó de difundir las criticas que se publicaban en revistas científicas francesas y estadounidenses sobre la obra de Florentino y Carlos Ameghino, referidas a la antigüedad de los hallazgos de la costa atlántica bonaerense. Recordemos que entre 1918 y 1919 Carlos Ameghino -director interino del Museo Nacional en el período 1917-1923- se había convertido en difusor de las ideas de su hermano respecto de la existencia del hombre mioceno de las pampas y presentó la evidencia a la Sociedad Physis. Carlos Ameghino creía que mientras Europa se hallaba habitada por una raza inferior, la de Neandertal, América estaba poblada desde antes o contemporáneamente por una raza de hombres que, a juzgar por el instrumental encontrado en Miramar, sólo era comparable al Homosapiens. Blanco, por su parte, trataba de convencer a sus lectores de una especie de conjura en el país para evitar el reconocimiento de los errores del sabio y engañar a los docentes, combinando estos argumentos con la crítica a ciertas ideas evolucionistas. Cierto era que las investigaciones de los continuadores de Ameghino eran objeto de controversia y de duda y que, en el marco de la geología y la antropología, este debate era gobernado por el fantasma del consagrado sabio nacional. En 1921, uno de los artículos de Blanco atacó directamente al corazón del ameghinismo: calificando los hallazgos presentados por Carlos Ameghino y su ayudante Parodi como farsa y mistificación, le exige a la comunidad de científicos que tome posición en el asunto. Eric Boman, un arqueólogo sueco radicado en Buenos Aires, responde y llama a discutir en el seno de la ciencia, dejando de lado los aspectos sensacionalistas sobre Ameghino y el falso orgullo por poseer los hallazgos más antiguos.
Finalmente, el 26 de julio y el 2 de agosto de 1924, la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales convocó a discutir una nueva interpretación de la edad de los estratos. Al debate metodológíco entre paleontólogos y estratigrafos se unieron las impugnaciones acerca de la legitimidad de los científicos extranjeros a insertarse en la tradición de investigación nacional fundada por Florentino Ameghino. En las sesiones hubo acusaciones de xenofobia "acentuada con la amenaza moreiresca o el desplante arrabalero", de querer erigir la memoria de Ameghino en símbolo de nacionalidad y de utilizar argumentos efectistas. La clausura del tema quedó garantizada no sólo por la jerga científica, sino también por el traslado de las investigaciones a zonas donde fuera geológicamente más fácil determinar la edad de los estratos.
El culto a Ameghino, sin embargo, ya tenía garantizada su independencia. La industria del texto escolar reprodujo su biografía por décadas, al igual que algunas de las anécdotas sobre la modestia del sabio quedaron acuñadas por siempre en las revistas para el público infantil. El ameghinismo tuvo otros momentos de auge. El segundo sucede alrededor de 1936 en el 15° aniversario de su muerte, con un nuevo enfrentamiento entre católicos y socialistas. El tercero culmina en el Congreso Mundial Ameghiniano de 1954 realizado en Luján, San Antonio de Areco, Mercedes y Mar del Plata. Fue entonces cuando la figura de Ameghino se tomó un héroe patagónico y la identidad de los dos hermanos se fundió en un solo personaje. El centenario del nacimiento de Ameghino se festejó no sólo en Luján: en efecto el 6 de septiembre de 1954, como parte de los primeros pasos hacia el fortalecimiento de las relaciones diplomáticas entre la Argentina y la Unión Soviética, el sabio laico argentino fue homenajeado en los salones del Museo Politécnico de Moscú. Organizada por la Sección Ciencias Naturales de la Sociedad de Relaciones Culturales con el Extranjero y por el Instituto de Paleontología de la Academia de Ciencias de la URSS, la sesión estuvo presidida por el retrato de Ameghino y por el embajador argentino Leopoldo Bravo. Las biografías y los elogios acuñados hacía cuarenta años se repitieron para celebrar esta vez, el futuro de amistad internacionalista a través de la ciencia.
PEREGRINACIÓN
A LA TUMBA DEL SABIO
"Por la tarde se realizó la visita de los estudiantes bonaerenses. Una presentación numerosa de los distintos colegios nacionales llego a La Plata en el tren de la una, para trasladarse a la necrópolis y reunirse allí frente a la tumba del sabio. Fueron recibidos en la estación por un grupo de estudiantes del colegio Nacional que, con ellos se trasladaron al cementerio en tranvías expresos.
Frente al panteón de la Asociación de Maestros donde se guardan los restos de Ameghino, se congregaron alrededor de trescientas personas ... Terminado este de acto los estudiantes visitaron las aulas, laboratorios e internados del Colegio Nacional"
El Día, La Plata,7 de agosto de 1913,página 4

HIMNO FLORENTINO AMEGHINO.
HIMNO OFICIAL DE LA UNIVERSIDAD
FLORENTINO
AMEGHINO
Letra de Marcos J. Ferraris
Música de Samuel Casarino

Primera parte
Tu nombre es el lema, ilustre Ameghino
que ostenta y aclama, la Universidad.
Y es timbre de gloria, del pueblo Argentino
que esculpe en el bronce, de la Eternidad.
Segunda Parte
Los hombres y niños, que van a las clases,
do guardan su efigie, con creciente amor,
son hijos del pueblo, y aprenden las bases,
que forman patriotas de arraigo y honor.
Coro
Maestros y alumnos: unidos marchemos,
cantando al gran sabio, con aire marcial.
Vivemos su nombre: con ansia entonemos
Un himno de gloria, viril, y triunfal.
.

Florentino Ameghino: Un pionero de la investigación

Texto compilado por Hugo P. Castello, 2013.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

Autor: Dr. Rosendo Pascual, Diario El Día

Mucho es lo que se ha dicho y escrito sobre Ameghino y su obra, pero creo que todavía quedan algunos puntos salientes de ellos que no han sido debidamente juzgados. Muchas falsas ideas han circulado sobre Ameghino, tanto en el pueblo en general como en los más selectos medios científicos, oscilando desde una infundada y casi mística adoración hasta el igualmente infundado denuesto. Esto solo ya lo hizo famoso en algún momento de la última parte de su vida, tanto como en los años que siguieron a su muerte en 1911. Yo creo que la más justa y desapasionada crítica de su vida como investigador de la Paleontología argentina fue hecha por el Dr. George Gaylord Simpson, famoso paleontólogo norteamericano, que no sólo conoció su producción geológica y paleontológica, sino uno de los pocos que siguió en Patagonia los pasos de Carlos Ameghino, por directa y desinteresada indicación de éste. Carlos, como veremos, fue la mano derecha de Florentino, y el autor de las observaciones geológicas y recolección de los vertebrados fósiles del Terciario (primera parte de la Era Cenozoico) de la América meridional (Patagonia) que en el mundo científico moderno sellaron como indeleble el mejor ganado prestigio del nombre Ameghino. De allí que el título de la sucinta cuan enjundiosa biografía crítica de Simpson fuera "The work of the Ameghinos" (El trabajo de los Ameghino). Su objetividad y justeza es tal que el debido reconocimiento exige si no la transcripción al menos la expresión sucinta de algunos de sus juicios.

Cuando los hermanos Ameghino iniciaron sus carreras, Florentino fue un oscuro maestro de escuela provincial, sin ninguna formación científica formal o educación superior. Carlos, su hermano menor, tuvo sólo la básica formación escolar. Sin embargo, ellos revolucionaron la geología de América del Sur, escribiendo uno de los más importantes capítulos de la historia de la Tierra. La contribución de Carlos probablemente es menos apreciada y conocida, aun hoy en día. Florentino nunca dejó de reconocer lo que debía a su querido hermano, pero fue él quien publicó los resultados de la investigación de ambos y por ello devino conocido como el gran científico. Tanto es así que "Ameghino" significó siempre Florentino.

Florentino se dedicó primeramente a la "prehistoria" del Hombre Americano, equivocadamente empeñado en demostrar su antiquísimo origen de primates sudamericanos, y terminó por adentrarse en el estudio de las formaciones geológicas modernas -geológicamente hablando- de la pampa que contenían sus restos para, consecuentemente, derivar en el estudio de los mamíferos especialmente, pero con menor intensidad de todos los demás vertebrados que convivieron con ellos. Así se incrementó su particular interés sobre el origen de los sedimentos de lo que él reconoció como Formación Pampeana, incluyendo aquéllos no portadores de "su" pretendido hombre fósil, y que hoy reconocemos como más antiguos, pero de una génesis geológicamente relacionada a aquéllos, y que bien justificaron su inclusión en su Formación Pampeana. Especialmente el estudio de los mamíferos de su Formación Pampeana lo introdujeron en el estudio de sus orígenes filogenéticos, que, naturalmente, lo fueron llevando a la prospección, exhumación y estudio de los más antiguos antecesores que iban apareciendo en todo el territorio argentino. Y es ésta la orientación que terminó por convertirlo en el mejor paleontólogo de su época en el conocimiento de la historia evolutiva de los mamíferos sudamericanos, como dijo Simpson, uno de los más importantes, y yo diría único, capítulo de la historia de la Tierra. Y aquí comienza a hacerse grande la figura de su hermano Carlos, para terminar constituyendo con Florentino un inigualado e indisoluble equipo humano, cuya consecución "was one of the most remarkable in scientific history" (fide Simpson, 1948), esto es, "fue uno de las más remarcables en la historia científica". Con sus esfuerzos e inteligencias aunados terminaron por echar las bases del conocimiento geo-paleontológico del extremo austral del continente sudamericano: Carlos en el campo y Florentino en el gabinete proveyeron la más rica y trascendente documentación jamás lograda por la distinta pero integrada labor científica de sólo dos hombres: el conocimiento fundamental de la geología y de la paleontología de la porción sudamericana comprendida entre el Trópico de Capricornio y el Estrecho de Magallanes.

Los Ameghino habían construido los primeros peldaños de la escalera que los condujo, directa o indirectamente, a reconocer la ubicación de las cuencas petrolíferas patagónicas y sus potencialidades. No titubeo en considerar a esta parte de la obra de "los" Ameghino como la más trascendente. Si bien merecieron justas críticas adversas, todas ellas fueron más el producto del avance del conocimiento que de errores como fue dable hallar en el resto, especialmente en aquélla parte de Florentino relativa a la supuesta gran antigüedad, origen y filogenia del hombre en el continente sudamericano, que con tanta fiereza defendió Florentino, en respuesta a igual fiereza iniciada por algunos de sus críticos, muchos de ellos malintencionados y usando muchas veces argumentos equivocados. Lo cierto es que tanto las observaciones en el campo, por ambos hermanos en la región pampeana y por Carlos en la Patagonia, como el estudio de los vertebrados, en especial los mamíferos fósiles terrestres por Florentino, les permitieron descifrar casi la total secuencia del Terciario y el Cuaternario extra-cordillerano del territorio argentino, que pasó a ser modelo -y en mucho lo sigue siendo- para el continente sudamericano todo.

Carlos, el menor de los hermanos, fue quien correctamente descifró la casi total secuencia del Terciario temprano y medio de Patagonia. Las tremendas dificultades físicas y las privaciones involucradas sólo pueden ser imperfectamente apreciadas por aquéllos que han viajado por la Patagonia central sobre rutas y en automotores, por lugares en los que Carlos tuvo que hacer sus propios senderos, o usar los senderos de los indios que colaboraron con él, sea a pie sea a lomo de equinos. La geología es excepcionalmente confusa. Como lo dijera Simpson, es evidencia de esto que muchos geólogos, académicamente entrenados como no lo fue Carlos, y contando con la ayuda de sus pioneros trabajos y con muchas mejores facilidades de las que él contó, fallaron en el reconocimiento de las secuencias estratigráficas correctas _y aún lo inculparon de sus propias fallas!-. Decía Simpson que él estuvo sobre los terrenos que estudiara Carlos y que había controlado prolijamente lo que por su cuenta escribió su hermano Florentino, y que falló en hallar algún error de real valor en cualquiera de sus observaciones de campo.

Florentino Ameghino fue un ilustre ciudadano platense, porque al fundarse el Museo de La Plata a fines de 1886 fue llamado por F.P.Moreno, su fundador, a ocupar la Subdirección y Secretaría del mismo, y como tal se convirtió además en el fundador del Departamento de Paleontología. A su instancia su hermano Carlos fue nominado Naturalista Viajero. Es entonces cuando éste comienza sus expediciones geo-paleontológicas a la Patagonia, que poco durarían en tal carácter porque, al año del nombramiento de su hermano, la desinteligencia de éste con el Director determinó el alejamiento de ambos. Pero, Florentino se hallaba tan unido a La Plata por una gran simpatía que no la abandonó más, pasando aquí sus últimos días. Nombrado desde 1902 Director del Museo de Historia Natural de Buenos Aires su peculiar figura era conocida por los platenses cuando a las mañanas se dirigía a la estación, y al anochecer cuando regresaba, después de haber asistido a su despecho de Director del Museo Nacional. Desde el año 1892 tenía instalado en La Plata una librería bajo el nombre de "Rivadavia", en la esquina de calle 60 y 11, en cuyo edificio actual nos tocó colocar una placa recordatoria. De las seguramente escasas ganancias que obtuvo de ese negocio surgieron los fondos para que Carlos continuara sus fructíferas expediciones a Patagonia. Y aquí murió, por efecto de una diabetes que nunca quiso tratar, a pesar del más que insistente ruego de sus amigos, particularmente de su querido Dr. Spegazzini.

Parafraseando a R.Dawkins, pareciera que el mundo está dividido entre cosas que parecen haber sido diseñadas por "alguien" (alas, ruedas de un automotor, corazones y televisiones), y cosas que simplemente aparecen por el "involuntario" trabajo de los fenómenos físicos (montañas y ríos, dunas de arena, y los sistemas solares). Ameghino, como Charles Darwin, se movió en la última de esas dos divisiones. Él siguió descubriendo, como lo hiciera Darwin, la manera por la que las autosuficientes leyes de la física hacen que las cosas "simplemente sucedan", y en la plenitud del tiempo geológico lleguen a imitar deliberados diseños. Él fue no sólo el primer científico argentino -como lo calificara nuestro Premio Nobel Bernardo Houssay en una reunión del Directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, a la que asistí como miembro-, aquél que, por primera vez, no sólo hizo que la investigación de un argentino trascendiera las fronteras de nuestra patria, sino que estuvo entre los primeros que a nivel global adoptara rigurosamente la doctrina evolucionista de Darwin, en un momento en que muchas de las más prominentes personalidades del mundo científico se burlaban, dudaban o simplemente rechazaban los argumentos del "transformista" Charles Darwin. Ameghino decía (tomado de "Obras Completas y Correspondencia Científica de Florentino Ameghino"): "Hace cosa de unos ocho o diez años, si mal no recuerdo, mis manías transformistas les parecían a mis amigos tan ridículas, que no podían creer en mi afirmación de que había un Darwin y un Huxley que las sostenían públicamente y me las atribuyeron como propias. Decididos a apartarme del camino del Infierno, para conseguirlo resolvieron ponerme en ridículo. Publicábase por entonces un diario satíricoburlesco, titulado "El Cencerro", del que solo aparecieron unos cuantos números. Un día recibí bajo sobre un ejemplar: había en él un gran número de palabras dispuestas en laberinto y con el siguiente título encima: "Lección de zoología moderna por el profesor Ameghino". Días después, un amigo que juraba no ser el autor de la gracia, que poco me preocupaba, me mandó la clave para su lectura. No recuerdo textualmente su contenido, pero era en sustancia lo siguiente: "Los hombres antes del Diluvio Universal eran cuadrúpedos y sólo después se hicieron bípedos. Estas ideas, que para ridiculizarme estamparon con palabras vulgares y hasta podría decir groseras, son, al fin, las verdaderas y las mismas que profeso actualmente".

Ese discurso publicado en el año 1882 fue ulteriormente prólogo de su libro "Filogenia" (1884), que despertó juicios tan justos como injustos, siguiendo la tendencia que en el mundo entero siguió su obra toda, y lamentablemente no solo por dotados críticos, sino por quienes eran y son legos absolutos u opositores por imitación de quienes siguen considerando su obra como una blasfemia, y a él como condenado al camino del Infierno _donde debe estar yaciendo en brazos de Lucifer, el príncipe de los ángeles rebeldes. Yo, como cristiano, y como Galileo, me cuesta creer que Dios, que nos concedió la gracia del sentido, de la razón y el intelecto haya pretendido que olvidemos su uso. Solo deseo terminar con este breve recordatorio haciendo mías las palabras de Víctor Mercante (Doctor Florentino Ameghino. Su vida y su obra): "Este hombre -y yo agrego, como su hermano Carlos-, consagrado durante cuarenta años al trabajo, a la investigación, al pensamiento; extraño a los halagos de la vida fácil, modesto, probo, sin envidias, sin odios, sin ambiciones que no fueran nobles, hijo de sus obras, como los grandes civilizadores, es el ejemplo más puro que podemos ofrecer de voluntad y dedicación a la juventud argentina _porque Ameghino como Sarmiento, es la escuela de los que se hacen (hicieron) solos", en un momento en que su formación académica universitaria en el campo de la Paleontología era imposible.

jueves, 4 de abril de 2013

Mis diez años en el Museo Bernardino Rivadavia, Carlos Ameghino: un sabio amigo.

Texto compilado por Hugo P. Castello, 2013.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

Rodolfo Parodi Bustos, trabajó en el museo entre los años 1920 y 1931.
Esta conferencia fue pronunciada en la sede del MACN ,el 3 de Octubre de 1985, por invitación del Dr. José Bonaparte   que hacia unos años trabajaba en nuestro museo.
En ella Rodolfo Parodi rememora su estadía de una década en el viejo museo. En ella prefiere no aclarar los motivos de  su renuncia y por lo tanto no hace referencia a la denominada Rebelión de los paleontólogos de 1930 en el viejo edificio de la calle Perú.
Sigue a continuación el texto de dicha conferencia, que también fue publicada en el Peródico independiente y revista mensual salteña, "Claves", Septiembre de 1997, año VI, No. 62.(Copia cortesía del Dr.Mariano Bonomo).

“Respondiendo a la amable invitación de las autoridades de este Museo, procuraré brindar una imagen aproximada de lo ocurrido en el mismo durante la década 1920-1930, tiempo en el que tuve el privilegio de compartir el afán de sus investigadores, así como trazar también una semblanza lo más vívida posible de los notables estudiosos que le dieron tan grande relieve.
En realidad nada podría ser más grato a mi espíritu que recrear de alguna manera las grandes figuras científicas con las que conviví y que transitaron la vieja casona de la calle Perú 208, asiento inicial de la gran institución que hoy nos cobija, y digo así, porque a pesar del tiempo transcurrido fuera de ella me siento todavía formando parte de sus inquietudes e ideales.
En la sede de la calle Perú se cumplieron jornadas que podrían considerarse magistrales. Allí discurrió durante largos años el gran sabio prusiano D. Germán Burmeister, de poderoso intelecto, un tanto autoritario y poco amigo de aceptar las críticas de sus colegas, máxime si estos eran juveniles y autodidactos, como lo fuera nuestro genial y máximo paleontólogo Dr. Florentino Ameghino.
Gran medida de Sarmiento fue atraer a la Argentina a un especialista de la categoría de aquel eximio paleontólogo de vertebrados, a quién además, ofreció todo su apoyo, cosa que lo mismo hizo con Ameghino, a pesar de la juventud de éste, ya que su gran mentalidad le hizo compenetrarse de la indiscutible seriedad que emanaba de las teorías elaboradas por el paleontólogo argentino. De los escritos de Sarmiento puede estimarse que tanto estimaba al consagrado sabio alemán, como al joven que pretendía sin títulos académicos, explicar el origen del hombre y que había estudiado y descripto un increíble material paleontológico que lo exaltó a la fama en los grandes centros científicos de Francia y Alemania, pero que le hicieron perder su modesto cargo de Preceptor, hecho que, como sabemos, lamentablemente se ha repetido al tratar de auténticos y fecundos investigadores argentinos, ya que estos por su innata delicadeza y formación, jamás buscaron el apoyo que tanto procuran y usufructúan los mediocres
A Don Florentino tuve oportunidad de conocerlo cuando yo era un niño. Fue en 1909, al descubrirse el hombre fósil de Necochea y vino en busca de mi padre que fuera explorador de la costa atlántica desde Mar del Plata a Tres Arroyos, tarea que siguió desempeñando durante varios años para este museo, entonces dirigido por Florentino Ameghino y luego por el Dr. Ángel Gallardo y más tarde por D. Carlos Ameghino.
Hablar de la obra de D. Florentino a los estudiosos que me escuchan sería superfluo. Todos conocemos los enormes aportes que su incesante dedicación nos ha legado. Su obra -muy semejante a la de Sarmiento por lo diversa y copiosa- abarcó un cúmulo asombroso de producción. También sin duda, como aquel, cometió errores más que justificables por responder su labor a su sólo esfuerzo cumplido en un ambiente adverso, que malogró muchas de sus caras aspiraciones, pero dejando siempre, igual que el gran sanjuanino, un ejemplo de honestidad y sapiencia que muy pocos alcanzaron.
Su acción en este museo fue fecunda y obtuvo valiosas colecciones de mamíferos fósiles, muchas de la entonces casi desconocida Patagonia, gracias al esforzado y sacrificado empeño de su hermano Carlos, que pasó los mejores años de su juventud -alrededor del 20- explorando las desiertas mesetas y quebradas, teniendo como ampulosa vivienda los viejos cajones en que llevara la mercadería que debía previamente vender y que sufragaba los gastos de sus largas campañas.
Don Carlos Ameghino fue siempre un amigo cordial de mi familia desde que tomó contacto con mi padre en 1913, en el entonces humilde poblado de Miramar. Vino junto con el Dr. Ángel Gallardo que ejercía en aquellos años la dirección de este Museo, para que reiniciara los trabajos de exploración de la costa Atlántica como lo había hecho anteriormente para D. Florentino.
Gracias a la bondad de Carlos Ameghino pude realizar años después mi anhelo de venir a Buenos Aires para proseguir estudios que allí no podían efectuarse. A su generosidad e hidalguía debemos muchos nuestra formación científica; para él, más que jóvenes estudiosos éramos verdaderos amigos, que con frecuencia invitaba a almorzar en su histórica casa -que ya no existe- en las esquinas 11 y 60 de La Plata. A esos almuerzos acudían principalísimas personalidades de las ciencias y de las letras, y se realizaban de sobremesa interesantes tertulias donde se discutían los más diversos problemas del quehacer científico
Recuerdo entre los asiduos visitantes al conocido psicólogo Prof. Rodolfo Senet, autor de importantes trabajos literarios; a D. Alfredo Torcelli, el hábil compilador de las obras completas de Florentino Ameghino y ameno y capacitado conversador, y tantos otros. Siempre presidía el ágape D. Carlos, con su bonhomía inalterable, donde nos daba oportunos consejos para nuestra conducción en la vida. Lo mismo ocurría en su despacho del Museo, frecuentemente prestigiado por celebridades como las de Ricardo Rojas, erudito extraordinario capaz de hablar horas enteras sobre los más dispares episodios de la historia argentina; Leopoldo Lugones, el genial poeta controvertido por su versatilidad política; el Dr. Eduardo Ladislao Holmberg -del cual fui secretario ad hoc en una intervención interna- sabio naturalista que introdujo la evolución en sus textos de historia natural y admirable expositor que escuchábamos con verdadero deleite y que, cumplidos los 80 años conservaba un optimismo contagioso. Sería interminable la lista de quienes acudían a esos auténticos ateneos, de los cuales muchos beneficios recibimos quienes con inmodestia juvenil pretendíamos emular algún día tan brillantes personalidades.
De D. Carlos, pues, todos mis recuerdos son gratos y le debo el mayor de los reconocimientos ya que el hizo posible, además, mi incorporación al Museo en Septiembre de 1920. Su carácter sencillo y paternal sirvió para fomentar entre los jóvenes que formábamos parte de su equipo el interés por el estudio de la Paleontología y la Antropología. Entre los que compartíamos ese lugar de amena enseñanza figuran algunos nombres que más tarde tuvieron merecida resonancia en las ciencias o las artes.
Fueron ellos dos antropólogos: Milciades Alejo Vignati y Enrique Palavecino, que alcanzaron justa fama por sus producciones enjundiosas; Alberto Casal Castel, un promisor estudioso de las ciencias naturales que se apartó muy pronto porque sus inclinaciones lo llevaron a incursionar en las bellas letras, en las que demostró poseer condiciones poco comunes; cuatro paleontólogos que debimos alejarnos en 1930, por las desagradables circunstancias que no deseo relatar para proseguir con el mejor ánimo esta recordación. Fueron ellos Carlos Rusconi, incansable trabajador científico que de un breve pasaje por el Jardín Zoológico de la Capital pasó a desempeñarse en el Museo Cornelio Moyano, cuyas colecciones incrementó y describió en la revista del museo y que se constituyó en una gran cantidad de volúmenes de indudable interés documental. Su labor, no obstante las dificultades que padeció, le dan un meritorio lugar dentro de los estudiosos argentinos
Mi hermano Lorenzo Julio Parodi, que continuó sus tareas en el Museo de La Plata, donde se consagró como uno de los mejores conocedores de los mamíferos fósiles argentinos, en base a lo cual las autoridades de ese museo dieron su nombre al laboratorio de Paleontología del mismo. Fue, además, un experimentado investigador de campo, produciendo infinidad de informes de campo que fueron altamente conceptuados
Por mi parte, por ser el menor de los contertulios del Museo, debo la gracia de poder referirles a Ustedes los pormenores de ese pasado ya lejano. Además mi extrema juventud de entonces me impidió realizar mayores trabajos científicos, que perdieron después muchas de sus posibilidades por los avatares que signaron el año '30, en que debí, al igual que la mayor parte de quienes procurábamos mantener el prestigio de la ciencia nacional, pasar a ocuparnos de
tareas alejadas de los centros importantes de investigación. He dejado para el final de esta nómina de estudiosos de la paleontología al más grande de sus cultores argentinos posteriores a los Ameghino; me refiero a Lucas Kraglievich, mi querido maestro y el de todos los que lo rodearon durante su corta vida.
La obra realizada por este genial investigador alcanzó cimas pocas veces logradas. Su humildad y delicadezas naturales sirvieron para que se le crearan falsos problemas que determinaron su alejamiento del país. Siempre estuvo dispuesto a ayudar a cuantos estudiosos acudían a consultarle sobre la gran gama de las ciencias. Empero, muy pocos, recordaron después de su muerte de cuanto le habían servido sus sabios asesoramientos. Tampoco creía en la maldad humana y por eso cayó en manos de quienes arteramente encontraron la forma de hacerle preferir el exilio que tan pronto le produjera la muerte.
Dejar su amado Museo fue para él fatal. Y decir amado Museo no es figura retórica, ya que todos sabemos y consta que en varias oportunidades el entonces director del Museo de La Plata, Dr. Luis María Torres, le ofreció el importante cargo de jefe del departamento de Paleontología, que el no aceptó. Y todo por no dejar sin estudio las importantes colecciones de mamíferos fósiles conservados en nuestro museo, aunque aquí solamente gozó del modesto cargo de ayudante técnico. Y pensar que por una simple coyuntura presupuestaria, arteramente aprovechada, fue dejado prácticamente en la calle. Kraglievich se inició en el Museo bajo la directa conducción de D. Carlos Ameghino y de inmediato dio pruebas de su talento colaborando con D. Carlos en un trabajo sobre los restos de Megaterio descubiertos en el puerto de la Capital.
Si bien muy someramente, para no cansar al distinguido auditorio, procuraré esbozar una breve reseña de la labor científica producida por Lucas Kraglievich. Sus primeras publicaciones datan de 1916 y abarcaron en total nada menos que 96 trabajos. La gran mayoría fueron dedicados a la paleontología de los mamíferos y dentro de ellos a los tardígrados, sobre los cuales realizó 25 contribuciones. Este grupo preocupó especialmente su atención en razón de la abundancia de restos de los mismos que se descubrieron en nuestras formaciones geológicas y a que su sistemática no era suficientemente clara. Se ocupó ampliamente de los milodóntidos y megatéridos, fundando sobre ellos diversos géneros y especies.
Sobre milodóntidos, en particular, revalidó con excelente criterio algunas determinaciones de Ameghino. También trató extensamente de los carnívoros, en uno de cuyos trabajos pudo determinar que Arctodus, nombre genérico que le asignaron los paleontólogos Merrian y Chester Stock a ciertos úrsidos de California no era el debido, creando en su reemplazo el género Tremarctotherium, que es el que le corresponde atento a sus características y sus relaciones filogenéticas.
Los roedores fueron igualmente muy tratados, así como casi todos los demás órdenes de mamíferos. Las aves fósiles dieron origen a varias publicaciones y en especial el género Phororhacos Amegh., del que creó una nueva especie, la de mayor tamaño, procedente de los estratos terciarios de Paraná. Sus trabajos geológicos fueron también muy importantes y sobre todo "La antigüedad Pliocena de las faunas de Monte Hermoso y Chapadmalal", significa un prolijo estudio de pesada y difícil elaboración
Sería demasiado largo proseguir con el análisis de toda su producción; sólo quiero dejar constancia de su capacidad como paleontólogo y anatomista notable y que no lo fue menos en cuanto a la sistemática y la nomenclatura, como diera prueba cumplida particularmente en el trabajo donde se ocupa de determinar las especies genotipos de Mylodon y Glossotherium. Su estada en el Uruguay, donde encontró apoyo y comprensión, alcanzó singular proyección, haciendo conocer algunos estratos geológicos que no habían sido detectados con anterioridad. Publicó allí memorias valiosas, como su monografía de los cérvidos uruguayos y el Manual de Paleontología que fue su último acuciante empeño.
Debido al éxodo de nuestros paleontólogos en 1930, el Museo sufrió las consecuencias que eran previsibles; una paralización casi total que hizo decaer lamentablemente el alto nivel que el mismo ganara a través de sus notables especialistas. Dispersados casi todos, unos a las provincias, otro buscando refugio en ocupaciones ajenas a sus afanes, pero el más destacado de todos, aquel dio indiscutible jerarquía a la paleontología argentina, Lucas Kraglievich, debió exilarse para ofrecer en otras tierras la importante labor científica que su país reclamaba y que a él no le permitieron concretar, apagándose prontamente su vida
Volviendo a mis recuerdos sobre las personalidades que tuve el placer de conocer en mi paso por el Museo, debo mencionar en primer término al Dr. Ángel Gallardo, preclaro biólogo que tuvo participación en los trabajos que se realizaban a principios de siglo sobre los misterios de la división celular y que por breve tiempo dirigió los destinos de este Museo, ya que por sus altas cualidades ciudadanas pasó a desempeñar las funciones de Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, desde donde siguió estimulando los estudios científicos y el incremento de las colecciones paleontológicas de las más diversas instituciones del país, como he podido comprobarlo en la Capital de Jujuy, cuyo modesto Museo Paleontológico y Mineralógico que se halla a mi cargo, posee la más hermosa serie de reproducciones de dinosaurios y peces de Europa y Norteamérica, única en el país, donada justamente por el Dr. Ángel Gallardo, con cuyo nombre he galardonado la entrada al Departamento de Paleontología.
También, aunque no fuera investigador científico quiero recordar la figura de D. Agustín J. Péndola, antiguo secretario del Museo desde la época de Burmeister, que con singular prolijidad estuvo redactando la historia de este instituto que quedó truncada por su fallecimiento. Hijo de él y también secretario, pero en la época de D. Carlos Ameghino, fue el Prof. Agustín Péndola, amigo incomparable que nos alentó en nuestros estudios y en particular me brindó su estimulante amistad.
Entre los más destacados naturalistas que integraban el plantel de investigadores del Museo deseo mencionar al distinguido geólogo español D. Enrique De Carles, notable explorador incorporado por el Dr. Burmeister, que realizó provechosas excursiones en casi todo el norte del país y llegó hasta la localidad boliviana de Tarija, coleccionando muy interesantes ejemplares de mamíferos del Terciario y Cuartario argentinos. Otro grande de la ciencia fue el Dr. Roberto Dabbene, renombrado ornitólogo que nos dejó una magnífica y completa obra sobre nuestras aves. También tuvieron actuación destacada los investigadores Eric Boman y Hector Greslebin, ambos dedicados al hombre y a su industria.
Con respecto a Botánica tuvimos un maestro notable, el belga Luciano Haumann, que dejó discípulos prestigiosos como el Dr. José F. Molfino, apreciado por su especial simpatía. Entre los investigadores extranjeros que vinieron a realizar trabajos en el Museo, merece señalarse sobre todo al Dr. Cayetano Rovereto, distinguido paleontólogo italiano que fuera invitado por D. Carlos Ameghino para describir el numeroso material de mamíferos del Terciario argentino, que se conservaba en el Museo, cuyo resultado fue la magnífica obra publicada bajo el título de "Los estratos araucanos y sus fósiles", trabajo indispensable para toda información paleontológica referida a ese periodo geológico. También se recibió la visita del sabio alemán Federico Von Huene, autoridad en reptiles del Mesozoico, que describió algunas formas nuevas de este Museo y del de La Plata.
Igualmente lo hizo el paleontólogo de fama mundial George Gaylord Simpson para las cuantiosas e importantísimas colecciones de mamíferos fósiles del Terciario patagónico reunidas por D. Carlos Ameghino. He pretendido dar una rápida semblanza de los valores humanos que intervinieron para mantener este Museo con la jerarquía científica que le dieran Burmeister y Ameghino. Quiero dejar constancia, empero, que esas valiosas contribuciones tuvieron feliz término gracias, en buena parte al auténtico promotor que supo inspirarlos en todo momento Carlos Ameghino, quién en su conducta aleccionadora y su ferviente prédica dejó bien sentados los principios rectores de toda labor científica seria.
Jamás toleró que el accionar de sus jóvenes colaboradores se apartara de esas normas primordiales: siempre debían estar dirigidas a la búsqueda de la verdad, único objetivo que puede condicionar el quehacer de todo estudioso que se precie de tal. Su importante labor fue puesta de manifiesto constantemente y quiero recordar, al respecto, el juicio que mereciera de una autoridad en la materia como el Dr. Anselmo Windhausen, quién al referirse a la obra cumplida por D. Carlos Ameghino en la Patagonia, que abarcó casi la integridad de sus
estratos, expresó que consideraba a la misma como la verdadera Biblia para el conocimiento de la región y de la que no podría prescindir tampoco en los futuros trabajos
Al término de esta recordación me place señalar que todo evidencia que ha sido superada ahora aquella etapa lamentable de nuestra paleontología y que significó su parcial deterioro. La inteligente dirección del Dr. José María Gallardo (digno nieto de aquel grande de las ciencias que fue el Dr. Ángel Gallardo) ha logrado encauzar firmemente la trayectoria del Museo hacia una recuperación de los altos destinos que le impusieran Burmeister, Gallardo y los hermanos Ameghino.
Y específicamente en cuanto a la paleontología de los vertebrados (la ciencia madre de este instituto), que tanto me atrajo y a la que espero dedicar todavía algún tiempo, advierto con sincera satisfacción el mismo fervoroso afán que alentó la brillante época ameghiniana: Cuenta hoy con un enjambre de jóvenes estudiosos, plenos de vocación, convocados por un investigador de los quilates del Dr. José Bonaparte, consagrado en todos los ámbitos científicos y que despierta mi cálida admiración, porque intuyo en él al hombre capaz de levantar nuestra producción científica hasta niveles quizá no igualados”.
Conferencia inédita de Rodolfo Parodi Bustos dictada en el Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" el 3 de Octubre de 1985. Texto original completo. Tomado del artículo de  Ricardo N. Alonso en Iruya.com  
Mas información sobre los integrantes de la familia Parodi en Partes I a V de “La Rebelión de los paleontólogos de la calle Perú en 1930.