miércoles, 17 de julio de 2013

Ángel Gallardo, Director del Museo de Ciencias Naturales (según Guillermo Furlong) y su interés por las hormigas. Parte I.

Hugo P. Castello, 2013.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

La teoría de la cariocinesis, las matemáticas y física
Gallardo en su teoría de la cariocinesis utiliza conocimientos de física que bien pueden deberse a la influencia de su formación inicial de ingeniero, esta última se nota más claramente en varios trabajos donde utiliza las matemáticas para el estudio de problemas biológicos. Los mismos se extienden de 1901 a 1910, y entre ellos figuran los dedicados a las Matemáticas y la biología, la Fitoestadística, Sur la preuve statistique de la loi de Mendel, que publicó en los Comptes Rendus de l'Academie des Sciences de París, o a los Estudios matemáticos sobre la herencia en el ganado vacuno. En sus años iniciales incursiona también en el campo de la botánica, dedicando un número de trabajos a problemas de teratología vegetal. Un resultado de sus observaciones sobre la enseñanza de las ciencias naturales en Europa, fue la implantación de los trabajos prácticos en la enseñanza de la zoología. Como la expresa en 1907, en un informe a la Universidad considera que no debe recargarse la memoria del alumno con nociones verbales, sino procurar por todos los medios habilitarlo para el trabajo original.

El nombramiento de director del Museo
Con anterioridad, al fallecer en 1902 el director Carlos Berg; Gallardo, que había sido señalado por su maestro como su posible sucesor, apoyó para el cargo, ante el Ministro Joaquín V. González, a Florentino Ameghino, quien fue designado y lo ocupó hasta su muerte en 1911.
Estando Ángel Gallardo en Paris y al fallecer Ameghino, fue nombrado, el 12 de Diciembre de 1911, para sucederle en la dirección del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Aceptó ese cargo, que era tan de su gusto y en consonancia con sus estudios, pero puso una condición: si el gobierno estaba dispuesto a edificar un nuevo museo, ya que el local que entonces ocupaba era por demás estrecho e inadecuado.
Recuérdese, como, con anterioridad a 1767, así esa esquina de Alsina y Perú, como toda la cuadra sobre esa postrera calle no eran sino los depósitos de yerba mate, algodón y tabaco, productos pertenecientes a las Reducciones de Guaraníes, y que estaban ahí depositados para su venta. Allí, sin embargo, se instaló el Museo de Ciencias Naturales; en una época (mas reciente) estuvo allí la Facultad de Ingeniería y todavía hoy se allá allí la de Arquitectura.
Gallardo regresó de Europa el 11 de abril de 1912 y a los pocos días tomó posesión de la Dirección del Museo. Al año siguiente, el 24 de marzo de 1913, fue designado miembro correspondiente de la Sociedad Científica “A. Aluzate” de México y, poco después, se lo nombró presidente de la primera Reunión Nacional de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales, a celebrarse en Tucumán.
Al hacerse cargo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el día 16 de abril de 1912, éste no era sino un amontonamiento de objetos abarrotados en un edificio inadecuado, que, decían, amenazaba ruina. Felizmente no era así, y una vez arregladas las azoteas, las viejas bóvedas se secaron y el edificio siguió prestando servicios.

El interés por las hormigas
 En todas sus visitas a los museos europeos y en su conversaciones con naturalistas. hubo una rama de la zoología que siempre le interesó y grandemente al Dr. Gallardo, y era el estudio de las hormigas.
Caricatura de Cao, en la que Ángel Gallardo está parado con hormigas a sus pies, Revista “ Fray Mocho” del 9/6/1916.(Cuenta de las hormigas cosas muy raras y curiosas. Sino le agradecen como amigas, serán unas ingratas las hormigas!!.)
Retrato de Ángel Gallardo en 1916: Presidente del Consejo Nacional de Educación (Caras y Caretas: 30/12/1916)

Desgraciadamente, las colecciones pertinentes que había entonces en el museo del que era ahora director, eran pocas y muy incompletas. Era manifiesto que las hormigas. Que tanto le habían interesado a él, desde su niñez, no habían interesado mayormente ni a los naturalistas dependientes del museo.
Intensificar su estudio y obtener que el museo contara con un edificio adecuado fueron
entonces sus dos objetivos.
Felizmente, la bien abastecida biblioteca del museo le brindó las mejores obras sobre estos formícidos. Incluso los escritos por el jesuita Wasmann,
Sobre las hormigas dejó un  conjunto de publicaciones "Las Hormigas de la República Argentina" que inicia en 1916, aspirando a realizar la revisión general de la familia en nuestro país. No pudo cumplir con su ambición como era su deseo y como lo confirma el material que dejó al fallecer.
Un hecho revela el interés que tenía por los estudios mirmecológicos. Cuando en 1927 siendo Ministro de Relaciones Exteriores y Culto pasa por Madrid, la Real Academia de Ciencias Exactas Físicas y Naturales lo recibe en una sesión. Para responder al saludo de la misma, preguntó a su Presidente, el Dr. José Rodríguez Carracido, si era preferible un discurso o una memoria científica. Como le aconsejara la segunda, improvisó una disertación sobre mirmecología argentina, que duró algo menos de una hora y como relata Ángel Cabrera, fue escuchada sin cansancio por el auditorio y premiado por calurosos aplausos.
Recorte del diario “La Razón” (5/09/1911) con una caricatura de Gallardo armando un esqueleto, el autor del texto felicita a las autoridades nacionales por sus designación.

El local del Museo
En relación con el local del museo pidió una audiencia con el señor presidente. Le recordó cómo él había aceptado esa dirección con la expresa condición de que el gobierno le secundaría para dar al museo un local amplio, en el que las colecciones pudieran tener una adecuada ubicación. Como el gobierno prometió secundar esas pretensiones, Gallardo, consideró como un hecho, a breve plazo, el magnífico, aunque futuro local, donde “podrán exhibirse, como escribía él, dignamente los tesoros de nuestro museo, que hicieron de él, en época no muy lejana uno de los mas interesantes del mundo, y habrá sitio para alojar las colecciones particulares de Ameghino, a la sombra de la estatua que perpetúe materialmente su memoria.
La instalación del museo en un local adecuado, agregaba Gallardo, ha sido la constante preocupación de los directores Berg y Ameghino. Por mi parte, aun descuidando toda obra científica personal, he de concentrar especialmente mi esfuerzo en obtener la translación del museo a un edificio digno de su importancia, de manera que sea posible continuar la investigación metódica de nuestras riquezas naturales, y realizar, por fin, los propósitos sociales de instrucción general que corresponden a u n museo moderno, el cual constituirá en su conjunto, el mejor monumento que el país puede elevar a las ciencias naturales y a quienes en su cultivo se ha inmortalizado.
En su afán de dar a conocer los antecedentes relacionados con la fundación del museo, escribió y publicó en La Nación (27/5/1912), un sabroso artículo. A continuación de una reseña histórica, en la que Gallardo manifestaba lo que sería el nuevo edificio, según los planos que ya tenía confeccionados.
En 1915 volvió sobre el tema en los Anales del Museo (2) y acompañó con planos la descripción y distribución en las diversas salas del enorme material ya existente, y en gran parte encajonado.
Se contaba ya con un terreno muy a propósito, colindante con el Jardín Botánico, pero la situación creada por la guerra en Europa (que estalla en 1914) y la enfermedad y posterior fallecimiento del Sr. Presidente Sáenz Peña, y ciertas dificultades surgidas de la forma en que se había hecho la licitación para la construcción del magnífico edificio, fueron dilatándola en forma indefinida, y todas las empeñosas gestiones del doctor Gallardo, se estrellaban contra la dura piedra de la general indiferencia, con respecto a obras culturales.
Vieja tragedia, iniciada en 1810, y que aun persiste, aunque algunos pocos hombres de fibra energética han sabido superar esa indiferencia tan generalizada.
 Tan decepcionado llegó a estar el Dr. Gallardo al comprobar el pensar y sentir de los hombres que habrían podido ayudarle, que el 10 de Noviembre de 1914 presentó la renuncia a la dirección del museo. Ella no fue aceptada y el gobierno prometió ayudarle, en cuanto le fuera posible, una vez superadas las angustiosas circunstancias del momento. Aun más, le ofreció varios edificios contiguos que eran fiscales, sitos en las calles Bernardo de Irigoyen, Moreno y Lima, frente a la plazoleta Montserrat, para que allí pudiera poner en forma menos inadecuada una buena parte del museo, y además, se le proporcionaron los necesarios recursos para habilitarlos y amueblarlos. El Dr. Carlos Ibarguren, que era entonces ministro de Instrucción Pública, tenia demasiado alto concepto para dejar al museo en la mísera situación en que se hallaba. Al año (1916) celebraría el país el primer centenario de su Independencia  y vendrían personas de América y Europa, deseosas no pocas de visitar el museo, y sería afligente decirles que estaba clausurado por falta de local.
La Municipalidad reclamó el terreno cedido para  museo, y la Dirección General de Arquitectura halló serias deficiencias en los planos, y ello, desde diversos puntos de vista, fueron a la postre, beneficioso, ya que con el correr de algunos años, se pudo hacer el grandiosos edificio, que actualmente ocupa el Museo Argentino de Ciencias Naturales en Parque Centenario (1923-1933.
Del viejo edificio de las calles Perú y Alsina trasladó el doctor Gallardo a los mencionados edificios fiscales la dirección, la biblioteca y varias secciones como las de Mineralogía, Entomología, Malacología, Botánica y Arqueología...
No era el ideal, pero era un progreso, y hasta 1934, año que se trasladó el museo a su habitual ubicación en Parque Centenario, allí estuvo, prestando excelentes servicios asa los estudiosos y recreando sabiamente a los curiosos.
Pero a esas mejoras externas correspondieron otras internas que deben recordarse. Así, 








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