jueves, 4 de abril de 2013

Mis diez años en el Museo Bernardino Rivadavia, Carlos Ameghino: un sabio amigo.

Texto compilado por Hugo P. Castello, 2013.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

Rodolfo Parodi Bustos, trabajó en el museo entre los años 1920 y 1931.
Esta conferencia fue pronunciada en la sede del MACN ,el 3 de Octubre de 1985, por invitación del Dr. José Bonaparte   que hacia unos años trabajaba en nuestro museo.
En ella Rodolfo Parodi rememora su estadía de una década en el viejo museo. En ella prefiere no aclarar los motivos de  su renuncia y por lo tanto no hace referencia a la denominada Rebelión de los paleontólogos de 1930 en el viejo edificio de la calle Perú.
Sigue a continuación el texto de dicha conferencia, que también fue publicada en el Peródico independiente y revista mensual salteña, "Claves", Septiembre de 1997, año VI, No. 62.(Copia cortesía del Dr.Mariano Bonomo).

“Respondiendo a la amable invitación de las autoridades de este Museo, procuraré brindar una imagen aproximada de lo ocurrido en el mismo durante la década 1920-1930, tiempo en el que tuve el privilegio de compartir el afán de sus investigadores, así como trazar también una semblanza lo más vívida posible de los notables estudiosos que le dieron tan grande relieve.
En realidad nada podría ser más grato a mi espíritu que recrear de alguna manera las grandes figuras científicas con las que conviví y que transitaron la vieja casona de la calle Perú 208, asiento inicial de la gran institución que hoy nos cobija, y digo así, porque a pesar del tiempo transcurrido fuera de ella me siento todavía formando parte de sus inquietudes e ideales.
En la sede de la calle Perú se cumplieron jornadas que podrían considerarse magistrales. Allí discurrió durante largos años el gran sabio prusiano D. Germán Burmeister, de poderoso intelecto, un tanto autoritario y poco amigo de aceptar las críticas de sus colegas, máxime si estos eran juveniles y autodidactos, como lo fuera nuestro genial y máximo paleontólogo Dr. Florentino Ameghino.
Gran medida de Sarmiento fue atraer a la Argentina a un especialista de la categoría de aquel eximio paleontólogo de vertebrados, a quién además, ofreció todo su apoyo, cosa que lo mismo hizo con Ameghino, a pesar de la juventud de éste, ya que su gran mentalidad le hizo compenetrarse de la indiscutible seriedad que emanaba de las teorías elaboradas por el paleontólogo argentino. De los escritos de Sarmiento puede estimarse que tanto estimaba al consagrado sabio alemán, como al joven que pretendía sin títulos académicos, explicar el origen del hombre y que había estudiado y descripto un increíble material paleontológico que lo exaltó a la fama en los grandes centros científicos de Francia y Alemania, pero que le hicieron perder su modesto cargo de Preceptor, hecho que, como sabemos, lamentablemente se ha repetido al tratar de auténticos y fecundos investigadores argentinos, ya que estos por su innata delicadeza y formación, jamás buscaron el apoyo que tanto procuran y usufructúan los mediocres
A Don Florentino tuve oportunidad de conocerlo cuando yo era un niño. Fue en 1909, al descubrirse el hombre fósil de Necochea y vino en busca de mi padre que fuera explorador de la costa atlántica desde Mar del Plata a Tres Arroyos, tarea que siguió desempeñando durante varios años para este museo, entonces dirigido por Florentino Ameghino y luego por el Dr. Ángel Gallardo y más tarde por D. Carlos Ameghino.
Hablar de la obra de D. Florentino a los estudiosos que me escuchan sería superfluo. Todos conocemos los enormes aportes que su incesante dedicación nos ha legado. Su obra -muy semejante a la de Sarmiento por lo diversa y copiosa- abarcó un cúmulo asombroso de producción. También sin duda, como aquel, cometió errores más que justificables por responder su labor a su sólo esfuerzo cumplido en un ambiente adverso, que malogró muchas de sus caras aspiraciones, pero dejando siempre, igual que el gran sanjuanino, un ejemplo de honestidad y sapiencia que muy pocos alcanzaron.
Su acción en este museo fue fecunda y obtuvo valiosas colecciones de mamíferos fósiles, muchas de la entonces casi desconocida Patagonia, gracias al esforzado y sacrificado empeño de su hermano Carlos, que pasó los mejores años de su juventud -alrededor del 20- explorando las desiertas mesetas y quebradas, teniendo como ampulosa vivienda los viejos cajones en que llevara la mercadería que debía previamente vender y que sufragaba los gastos de sus largas campañas.
Don Carlos Ameghino fue siempre un amigo cordial de mi familia desde que tomó contacto con mi padre en 1913, en el entonces humilde poblado de Miramar. Vino junto con el Dr. Ángel Gallardo que ejercía en aquellos años la dirección de este Museo, para que reiniciara los trabajos de exploración de la costa Atlántica como lo había hecho anteriormente para D. Florentino.
Gracias a la bondad de Carlos Ameghino pude realizar años después mi anhelo de venir a Buenos Aires para proseguir estudios que allí no podían efectuarse. A su generosidad e hidalguía debemos muchos nuestra formación científica; para él, más que jóvenes estudiosos éramos verdaderos amigos, que con frecuencia invitaba a almorzar en su histórica casa -que ya no existe- en las esquinas 11 y 60 de La Plata. A esos almuerzos acudían principalísimas personalidades de las ciencias y de las letras, y se realizaban de sobremesa interesantes tertulias donde se discutían los más diversos problemas del quehacer científico
Recuerdo entre los asiduos visitantes al conocido psicólogo Prof. Rodolfo Senet, autor de importantes trabajos literarios; a D. Alfredo Torcelli, el hábil compilador de las obras completas de Florentino Ameghino y ameno y capacitado conversador, y tantos otros. Siempre presidía el ágape D. Carlos, con su bonhomía inalterable, donde nos daba oportunos consejos para nuestra conducción en la vida. Lo mismo ocurría en su despacho del Museo, frecuentemente prestigiado por celebridades como las de Ricardo Rojas, erudito extraordinario capaz de hablar horas enteras sobre los más dispares episodios de la historia argentina; Leopoldo Lugones, el genial poeta controvertido por su versatilidad política; el Dr. Eduardo Ladislao Holmberg -del cual fui secretario ad hoc en una intervención interna- sabio naturalista que introdujo la evolución en sus textos de historia natural y admirable expositor que escuchábamos con verdadero deleite y que, cumplidos los 80 años conservaba un optimismo contagioso. Sería interminable la lista de quienes acudían a esos auténticos ateneos, de los cuales muchos beneficios recibimos quienes con inmodestia juvenil pretendíamos emular algún día tan brillantes personalidades.
De D. Carlos, pues, todos mis recuerdos son gratos y le debo el mayor de los reconocimientos ya que el hizo posible, además, mi incorporación al Museo en Septiembre de 1920. Su carácter sencillo y paternal sirvió para fomentar entre los jóvenes que formábamos parte de su equipo el interés por el estudio de la Paleontología y la Antropología. Entre los que compartíamos ese lugar de amena enseñanza figuran algunos nombres que más tarde tuvieron merecida resonancia en las ciencias o las artes.
Fueron ellos dos antropólogos: Milciades Alejo Vignati y Enrique Palavecino, que alcanzaron justa fama por sus producciones enjundiosas; Alberto Casal Castel, un promisor estudioso de las ciencias naturales que se apartó muy pronto porque sus inclinaciones lo llevaron a incursionar en las bellas letras, en las que demostró poseer condiciones poco comunes; cuatro paleontólogos que debimos alejarnos en 1930, por las desagradables circunstancias que no deseo relatar para proseguir con el mejor ánimo esta recordación. Fueron ellos Carlos Rusconi, incansable trabajador científico que de un breve pasaje por el Jardín Zoológico de la Capital pasó a desempeñarse en el Museo Cornelio Moyano, cuyas colecciones incrementó y describió en la revista del museo y que se constituyó en una gran cantidad de volúmenes de indudable interés documental. Su labor, no obstante las dificultades que padeció, le dan un meritorio lugar dentro de los estudiosos argentinos
Mi hermano Lorenzo Julio Parodi, que continuó sus tareas en el Museo de La Plata, donde se consagró como uno de los mejores conocedores de los mamíferos fósiles argentinos, en base a lo cual las autoridades de ese museo dieron su nombre al laboratorio de Paleontología del mismo. Fue, además, un experimentado investigador de campo, produciendo infinidad de informes de campo que fueron altamente conceptuados
Por mi parte, por ser el menor de los contertulios del Museo, debo la gracia de poder referirles a Ustedes los pormenores de ese pasado ya lejano. Además mi extrema juventud de entonces me impidió realizar mayores trabajos científicos, que perdieron después muchas de sus posibilidades por los avatares que signaron el año '30, en que debí, al igual que la mayor parte de quienes procurábamos mantener el prestigio de la ciencia nacional, pasar a ocuparnos de
tareas alejadas de los centros importantes de investigación. He dejado para el final de esta nómina de estudiosos de la paleontología al más grande de sus cultores argentinos posteriores a los Ameghino; me refiero a Lucas Kraglievich, mi querido maestro y el de todos los que lo rodearon durante su corta vida.
La obra realizada por este genial investigador alcanzó cimas pocas veces logradas. Su humildad y delicadezas naturales sirvieron para que se le crearan falsos problemas que determinaron su alejamiento del país. Siempre estuvo dispuesto a ayudar a cuantos estudiosos acudían a consultarle sobre la gran gama de las ciencias. Empero, muy pocos, recordaron después de su muerte de cuanto le habían servido sus sabios asesoramientos. Tampoco creía en la maldad humana y por eso cayó en manos de quienes arteramente encontraron la forma de hacerle preferir el exilio que tan pronto le produjera la muerte.
Dejar su amado Museo fue para él fatal. Y decir amado Museo no es figura retórica, ya que todos sabemos y consta que en varias oportunidades el entonces director del Museo de La Plata, Dr. Luis María Torres, le ofreció el importante cargo de jefe del departamento de Paleontología, que el no aceptó. Y todo por no dejar sin estudio las importantes colecciones de mamíferos fósiles conservados en nuestro museo, aunque aquí solamente gozó del modesto cargo de ayudante técnico. Y pensar que por una simple coyuntura presupuestaria, arteramente aprovechada, fue dejado prácticamente en la calle. Kraglievich se inició en el Museo bajo la directa conducción de D. Carlos Ameghino y de inmediato dio pruebas de su talento colaborando con D. Carlos en un trabajo sobre los restos de Megaterio descubiertos en el puerto de la Capital.
Si bien muy someramente, para no cansar al distinguido auditorio, procuraré esbozar una breve reseña de la labor científica producida por Lucas Kraglievich. Sus primeras publicaciones datan de 1916 y abarcaron en total nada menos que 96 trabajos. La gran mayoría fueron dedicados a la paleontología de los mamíferos y dentro de ellos a los tardígrados, sobre los cuales realizó 25 contribuciones. Este grupo preocupó especialmente su atención en razón de la abundancia de restos de los mismos que se descubrieron en nuestras formaciones geológicas y a que su sistemática no era suficientemente clara. Se ocupó ampliamente de los milodóntidos y megatéridos, fundando sobre ellos diversos géneros y especies.
Sobre milodóntidos, en particular, revalidó con excelente criterio algunas determinaciones de Ameghino. También trató extensamente de los carnívoros, en uno de cuyos trabajos pudo determinar que Arctodus, nombre genérico que le asignaron los paleontólogos Merrian y Chester Stock a ciertos úrsidos de California no era el debido, creando en su reemplazo el género Tremarctotherium, que es el que le corresponde atento a sus características y sus relaciones filogenéticas.
Los roedores fueron igualmente muy tratados, así como casi todos los demás órdenes de mamíferos. Las aves fósiles dieron origen a varias publicaciones y en especial el género Phororhacos Amegh., del que creó una nueva especie, la de mayor tamaño, procedente de los estratos terciarios de Paraná. Sus trabajos geológicos fueron también muy importantes y sobre todo "La antigüedad Pliocena de las faunas de Monte Hermoso y Chapadmalal", significa un prolijo estudio de pesada y difícil elaboración
Sería demasiado largo proseguir con el análisis de toda su producción; sólo quiero dejar constancia de su capacidad como paleontólogo y anatomista notable y que no lo fue menos en cuanto a la sistemática y la nomenclatura, como diera prueba cumplida particularmente en el trabajo donde se ocupa de determinar las especies genotipos de Mylodon y Glossotherium. Su estada en el Uruguay, donde encontró apoyo y comprensión, alcanzó singular proyección, haciendo conocer algunos estratos geológicos que no habían sido detectados con anterioridad. Publicó allí memorias valiosas, como su monografía de los cérvidos uruguayos y el Manual de Paleontología que fue su último acuciante empeño.
Debido al éxodo de nuestros paleontólogos en 1930, el Museo sufrió las consecuencias que eran previsibles; una paralización casi total que hizo decaer lamentablemente el alto nivel que el mismo ganara a través de sus notables especialistas. Dispersados casi todos, unos a las provincias, otro buscando refugio en ocupaciones ajenas a sus afanes, pero el más destacado de todos, aquel dio indiscutible jerarquía a la paleontología argentina, Lucas Kraglievich, debió exilarse para ofrecer en otras tierras la importante labor científica que su país reclamaba y que a él no le permitieron concretar, apagándose prontamente su vida
Volviendo a mis recuerdos sobre las personalidades que tuve el placer de conocer en mi paso por el Museo, debo mencionar en primer término al Dr. Ángel Gallardo, preclaro biólogo que tuvo participación en los trabajos que se realizaban a principios de siglo sobre los misterios de la división celular y que por breve tiempo dirigió los destinos de este Museo, ya que por sus altas cualidades ciudadanas pasó a desempeñar las funciones de Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, desde donde siguió estimulando los estudios científicos y el incremento de las colecciones paleontológicas de las más diversas instituciones del país, como he podido comprobarlo en la Capital de Jujuy, cuyo modesto Museo Paleontológico y Mineralógico que se halla a mi cargo, posee la más hermosa serie de reproducciones de dinosaurios y peces de Europa y Norteamérica, única en el país, donada justamente por el Dr. Ángel Gallardo, con cuyo nombre he galardonado la entrada al Departamento de Paleontología.
También, aunque no fuera investigador científico quiero recordar la figura de D. Agustín J. Péndola, antiguo secretario del Museo desde la época de Burmeister, que con singular prolijidad estuvo redactando la historia de este instituto que quedó truncada por su fallecimiento. Hijo de él y también secretario, pero en la época de D. Carlos Ameghino, fue el Prof. Agustín Péndola, amigo incomparable que nos alentó en nuestros estudios y en particular me brindó su estimulante amistad.
Entre los más destacados naturalistas que integraban el plantel de investigadores del Museo deseo mencionar al distinguido geólogo español D. Enrique De Carles, notable explorador incorporado por el Dr. Burmeister, que realizó provechosas excursiones en casi todo el norte del país y llegó hasta la localidad boliviana de Tarija, coleccionando muy interesantes ejemplares de mamíferos del Terciario y Cuartario argentinos. Otro grande de la ciencia fue el Dr. Roberto Dabbene, renombrado ornitólogo que nos dejó una magnífica y completa obra sobre nuestras aves. También tuvieron actuación destacada los investigadores Eric Boman y Hector Greslebin, ambos dedicados al hombre y a su industria.
Con respecto a Botánica tuvimos un maestro notable, el belga Luciano Haumann, que dejó discípulos prestigiosos como el Dr. José F. Molfino, apreciado por su especial simpatía. Entre los investigadores extranjeros que vinieron a realizar trabajos en el Museo, merece señalarse sobre todo al Dr. Cayetano Rovereto, distinguido paleontólogo italiano que fuera invitado por D. Carlos Ameghino para describir el numeroso material de mamíferos del Terciario argentino, que se conservaba en el Museo, cuyo resultado fue la magnífica obra publicada bajo el título de "Los estratos araucanos y sus fósiles", trabajo indispensable para toda información paleontológica referida a ese periodo geológico. También se recibió la visita del sabio alemán Federico Von Huene, autoridad en reptiles del Mesozoico, que describió algunas formas nuevas de este Museo y del de La Plata.
Igualmente lo hizo el paleontólogo de fama mundial George Gaylord Simpson para las cuantiosas e importantísimas colecciones de mamíferos fósiles del Terciario patagónico reunidas por D. Carlos Ameghino. He pretendido dar una rápida semblanza de los valores humanos que intervinieron para mantener este Museo con la jerarquía científica que le dieran Burmeister y Ameghino. Quiero dejar constancia, empero, que esas valiosas contribuciones tuvieron feliz término gracias, en buena parte al auténtico promotor que supo inspirarlos en todo momento Carlos Ameghino, quién en su conducta aleccionadora y su ferviente prédica dejó bien sentados los principios rectores de toda labor científica seria.
Jamás toleró que el accionar de sus jóvenes colaboradores se apartara de esas normas primordiales: siempre debían estar dirigidas a la búsqueda de la verdad, único objetivo que puede condicionar el quehacer de todo estudioso que se precie de tal. Su importante labor fue puesta de manifiesto constantemente y quiero recordar, al respecto, el juicio que mereciera de una autoridad en la materia como el Dr. Anselmo Windhausen, quién al referirse a la obra cumplida por D. Carlos Ameghino en la Patagonia, que abarcó casi la integridad de sus
estratos, expresó que consideraba a la misma como la verdadera Biblia para el conocimiento de la región y de la que no podría prescindir tampoco en los futuros trabajos
Al término de esta recordación me place señalar que todo evidencia que ha sido superada ahora aquella etapa lamentable de nuestra paleontología y que significó su parcial deterioro. La inteligente dirección del Dr. José María Gallardo (digno nieto de aquel grande de las ciencias que fue el Dr. Ángel Gallardo) ha logrado encauzar firmemente la trayectoria del Museo hacia una recuperación de los altos destinos que le impusieran Burmeister, Gallardo y los hermanos Ameghino.
Y específicamente en cuanto a la paleontología de los vertebrados (la ciencia madre de este instituto), que tanto me atrajo y a la que espero dedicar todavía algún tiempo, advierto con sincera satisfacción el mismo fervoroso afán que alentó la brillante época ameghiniana: Cuenta hoy con un enjambre de jóvenes estudiosos, plenos de vocación, convocados por un investigador de los quilates del Dr. José Bonaparte, consagrado en todos los ámbitos científicos y que despierta mi cálida admiración, porque intuyo en él al hombre capaz de levantar nuestra producción científica hasta niveles quizá no igualados”.
Conferencia inédita de Rodolfo Parodi Bustos dictada en el Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" el 3 de Octubre de 1985. Texto original completo. Tomado del artículo de  Ricardo N. Alonso en Iruya.com  
Mas información sobre los integrantes de la familia Parodi en Partes I a V de “La Rebelión de los paleontólogos de la calle Perú en 1930.

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